¿Por el derecho a nuestro cuerpo?
Zora con ayuda de Alana
Aviso de contenido:
- Abuso sexual infantil
- Maltrato infantil
- Lenguaje explicita/ofensiva
Este zine tiene una historia – como probablemente todos nuestros zines. Ya en verano me invitaron a una mesa redonda en unas jornadas feministas. El tema de la mesa redonda: “El derecho a nuestro cuerpo”. Me invitaron a hablar como persona no-binaria de la victoria judicial que obtuvo con la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucia, reconociendo mi derecho a ser inscrite en el Registro Central de la Extranjería como persona no-binaria, con un sexo/género “indeterminado”, o con una “X”.
Muy bien. Acepté, y pensaba que, como se trata de una mesa redonda, que esto fuera sencillo. Pensaba en también hablar de las dificultades que tenemos nosotres, las personas no-binarias, para acceder a tratamiento hormonal u otros tratamientos de afirmación de nuestro género.
Pero dos semanas antes de las jornadas Zora se puso mala. “¿Cómo puedes hablar sobre el derecho a nuestro cuerpo sin hablar de la violación de este derecho en nuestra infancia, sin hablar de los abusos sexuales?”, me preguntó. Zora se puso tan mala, se le disparó tanto el estrés postraumático, que decidí cancelar mi participación. No hubo manera de ayuda a Zora superar este episodio de TEPT manteniendo mi participación. Dos días después Zora hizo el dibujo de la portada, y pareció mejor. Pero otro detonante más unos días más tarde, y el tema volvió a abrirse. Y, aunque había cancelado, con la fecha de las jornadas acercándose Zora estuvo cada vez más removida.
Entonces, este mini-zine es el resultado del proceso de Zora de enfrentarse al tema “Derecho a nuestro cuerpo”. Es el resultado de su rabia, y también de su dolor. Espero que este zine ayuda a Zora a soltarlo.
Alana, 29 de octubre de 2023
¡Estoy harta! ¡Estoy enfadada! ¡Tengo rabia! Siempre, cuando se habla desde el feminismo sobre el derecho a “nuestro” cuerpo, se habla del derecho al aborto, de los derechos de las putas, de los derechos reproductivos, del solo sí es sí, y, con suerte, de los derechos trans. Pero, casi nunca se habla de nosotres, de nuestro derecho a nuestro cuerpo, de las niñas, niños y niñes abusadas sexualmente, cada día, cada hora. Parece que nuestro derecho a nuestro cuerpo no importa. Cada año, solo en España, somos 371.200 niñes que sufrimos abuso sexual. Une de cada cinco. Pero somos solo niñes. Parece que no importamos.
Cada año, 371.200 niñes. 53.000 niñes cada día, 2.200 niñes cada hora, 37 niñes cada minuto, une niñe cada dos segundos. ¿Cuántas vidas son destruidas solo mientras estás leyendo esto?
Y hablo de experiencia, como niña abusada por mi padre. Podría hablarte del dolor, del trauma, de la rabia. Podría hablarte de la destrucción de mi capacidad de confiar, incluso de confiar en mi propio cuerpo, en lo que me dice mi cuerpo, sobre límites (¿qué son límites? ¿para qué tener límites cuando a todo el mundo le dan igual tus límites?), sobre como se siente un “sí” o un “no” (¿cómo? Yo no sé. No tengo ni idea).
Pero soy solo una niña. Una niña abusada. Sé que mi derecho a mi pequeño cuerpo a ti no te importa.
¿Dónde estáis, las feministas? No escucho a vuestros gritos de indignación y rabia. No os veo en las calles. No veo a vuestras manifestaciones, vuestras huelgas feministas.
Une de cada cinco niñes sufrimos abuso sexual, la gran mayoría en nuestra familia, esta institución “de cuidados y amor”. ¡A la mierda con esto!
Une de cada cinco. Es decir, en una de cada cinco familias hay un abusador, una abusadora, une abusadore. ¡En una de cada cinco familias!
E insisto también en esto: aunque la mayoría son abusadores – hombres: padres, abuelos, hermanos mayores, primos, tíos, … - también hay abusadoras – madres, abuelas, hermanas mayores, primas, tías, … Y si miramos más allá del abuso sexual – el abuso físico, psicológico, las caricias no deseadas/consentidas, las invasiones en nuestro espacio íntimo (nuestro cuerpo al fin y al cabo) – ni sé si la mayoría son hombres.
Miro a mi comunidad – la comunidad interna de Andrea, no la familia interna – y veo mucho abuso por parte de nuestra madre. Abuso tan destrozador como el abuso sexual de nuestro padre. Tocar a nuestro pene en la ducha cuando teníamos ya ocho, nueve, diez años. Caricias no deseadas, no consentidas. Con cada caricia no consentida se destruye un poco más nuestra sensación de límites, nuestra confianza en lo que nos dice nuestro cuerpo. Con cada caricia no consentida me dices “Tu cuerpo es mío para lo que me da la gana”. Es una violencia más sutil, pero al fin y al cabo es tan violenta como el abuso sexual, te destruye desde dentro.
Cuando pienso en familia, las únicas asociaciones que me vienen son violencia, abuso sexual, maltrato, abandono, negligencia, manipulación.
En una de cada cinco familias hay un abusador, una abusadora, une abusadore. Y, pienso, quizás el problema es la familia misma. Nos necesito leer los ensayos marxistas o anarquistas para saber que mejor acabamos con la familia ya. Lo sé con todo poro de mi pequeño y dolido cuerpo. ¡A la mierda con la familia! ¡A la mierda con la pareja como forma de vida, a la mierda con el matrimonio! ¡Acabemos con la familia ya! Pero, ¡YA!
Ahora tengo una bonita comunidad, la comunidad interna de Andrea. Me hubiera gustado tener una comunidad como niña. Me hubiera gustado poder salir de la jaula de mi familia, buscarme personas que me quieren. Pero casi todes viven en sus jaulas similares. Y no quise cambiar de jaula.
¿Cuando, por fin, acabemos con la familia, construimos comunidades de apoyo mutuo, de afecto? Comunidades que nos permiten a nosotres, les niñes, decidir con que adultes queremos y podemos construir nuestros vínculos, que no nos atrapen con les progenitores que nos han tocado tener. Porque, no somos la propiedad de nuestres progenitores. Somos niñes, pero somos seres libres y con derechos. Y también con necesidades.
Me da igual cuanto amor piensas me estás dando cuando lo que llega a mí es cero. Porque no amas a mí, sino a tu imagen de mí. No me ves a mí. Todo tu amor va a esta imagen, y nada llega a mí. Y, creo que, muches niñes vivimos esto en nuestras familias, en nuestras jaulas.
Y se me tensa mi pequeño cuerpo cuando escucho a alguien pronunciando “derechos paternales”. ¿Qué derechos? ¿El derecho a abusarnos, a la manipulación, a la indoctrinación, al maltrato? ¿Dónde se queda mi derecho?
¡A la mierda con la familia! ¡A la mierda con los derechos paternales! Y, ¿Donde estáis, las feministas, en esta, nuestra, lucha contra la familia? ¿Os habéis olvidado de que la familia es la institución patriarcal, la base del patriarcado? ¡Destruimos a la familia – YA!
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