¡Bienvenido mi niño! Mi comunidad interna crece

Desde quizás dos semanas, mi comunidad interna tiene un nuevo miembro. Ha aparecido mi niño interno. Ahora somos tres – al menos: yo, mi niña, que ha crecido mucho en los últimos meses, y mi niño.

Al inicio mi niño fue una bola de miedo. Tuvo miedo hasta a llorar, y, aunque lloró mucho, fue un llanto poco liberador, como estuvo intentando suprimir su llanto, pero sin éxito. Al inicio mi niña rechazó a mi niño, tuvo rabia, y intentó echarle de la “casa”. Intentó decirme que este niño solo era un proyecto de mis padres, y que ella era real, aunque completamente invisibilizada en su infancia. Es como lo hablamos en terapia hace dos semanas. Pero el día siguiente, en casa de una amiga y todavía en la cama, pensando en que decir a este niño “proyecto de mis padres”, me di cuenta que este niño también era yo. Este niño, esta bola de miedo, no era el niño proyecto de mis padres, sino otra parte de mi misme, como mi niña. Y tuve que llorar…

Entonces decidí acoger a este niño, como acogí también a mi niña, inicialmente sin conocer su identidad de género (durante meses la llamaba “mi niñe”, para no asignarle un género especifico). Mi niño no tuvo el mismo rechazo como mi niña inicialmente, que ni me permitía sentarme a su lado. Al contrario, mi niño se agarró a mi cuando le abracé, y empezó a llorar, con su llanto suprimido. Fue duro sostener a este llanto, a esta bola de miedo. Toda la primera semana cada día pasó lo mismo: cuando abracé a mi niño, se agarró a mi, y solo poco a poco empezó a relajarse y abrazarme también. Y cada noche tuve que abrazarlo hasta que se quedó dormido. Solo con el sueño dejo a llorar su llanto suprimido.

Mi niña inicialmente se lo tomó mal. Empezó a llorar también, reafirmando su propio dolor por su invisibilidad y los abusos sufridos. Mi niña siente que se llevaba todos los abusos, especialmente los abusos sexuales, como mi niño se escondió cuando llegaron los abusos. Entonces, inicialmente mi niña tenía mucha rabia, y uno de los primeros días la encontré una mañana pegando a mi niño, y mi niño se dejo pegar sin defenderse, en silencio. Creo que mi niño siente mucha culpa y vergüenza por haberse escondido, y pensó que se mereció ser pegado por mi niña. Tuve que separarlos y explicar a mi niña que esto no se hace. En lo general tuve que dedicar mucha tiempo tanto a mi niño como a mi niña, y esto fue emocionalmente muy duro para mi. Muchas veces tuve que llorar yo después de atender a mi niña y/o mi niño.

Con el tiempo y viendo a esta bola de miedo que era mi niño, mi niña no era capaz de mantener su rabia. Empezó también a abrazar a mi niño y a apoyarme. Hace unos días, por la mañana pensando en chequear con niño, le encontré durmiendo y abrazado por mi niña, también durmiendo. Fue bonito ver a ambes durmiendo abrazándose.

Al mismo tiempo, cuando mi niña dejo de llorar y reafirmar su dolor, empezó a reivindicarse de otra manera. Hace diez días me empujo a ir a mi Centro de Salud y finalmente solicitar el cambio de mi nombre (que ya han cambiado. ¡Rápido!). Lo mismo hice con la cooperativa de electricidad renovable, la cooperativa de telefonía móvil, y cualquiera cuenta donde pude cambiar mi nombre. También me empujo a empezar a pelearme con el Servicio Andaluz de Empleo por el cambio de mi nombre y mi sexo, una administración andaluza que, ocho años después de la entrada en vigor de la Ley Trans de Andalucia, todavía no aplica a esta ley. Mi niña se ha hecho muy luchadora, y estos cambios y peleas son su manera de reivindicarse, de hacerse visible. A mi me parece muy bien esto, dar esta visibilidad a mi niña que ha sido invisibilizada durante décadas.

Ahora bien, mi niña quiere más, quiere que también me opero – una cirugía de reasignación del sexo. Pero por esto camino no voy, como no me siento mujer. Desde días nos estamos peleando, y estoy intentando explicar a mi niña que la quiero mucho, que es una parte importante de mi, pero que yo no soy ella, y que yo no soy mujer sino una persona nobinaria. Le digo que la entiendo, entiendo porque lo quiere, pero que también tiene que aceptar que yo no lo quiero. Y mi niña responde con tristeza y llanto.

Es difícil para mi. Mi niña se siente rechazada, y esto le conecta con el trauma del abandono cuando nació mi hermana y mi niña (y yo) tenía 1½ año. Entonces, le viene el miedo al abandono, el miedo de pasar a un segundo plano (porque ahora también hay mi niño “en casa”), el miedo a la negligencia. Y por enzima de esto mi rechazo a operarme. Entiendo que lo lleva mal. Pero no puedo hacer nada más que decirle que la quiero, reafirmar que no la voy a abandonar nunca, agradecerle todo lo que ha hecho para mi. Y abrazarla. Darle todo mi amor.

¿Y mi niño? Por suerte ya no es una bola de miedo. Al menos siente que tiene casa, que tiene su hogar, aunque todavía no confía de todo, todavía mantiene una vigilancia para identificar potenciales señales de un abandono. Cada vez cuando le abrazo le digo que ya esta en casa, que le quiero, que voy a estar para el cuando me necesita, que nunca le voy a abandonar. Y poco a poco empieza a confiar. En los últimos días ha perdido su miedo a llorar, y llora mas libremente que le ayuda a soltar el miedo y el dolor.

Aunque aparentemente mi niño era visto en la infancia, en la realidad tampoco es así. Mi niño no era el proyecto de niño de mis padres. Mi niño tenia miedo, no cumplía nada con las expectativas de masculinidad de mis padres. Quién realmente era tampoco era visto por nadie. Además, aunque mi niña “no existía”, se imponía a través de hacerme sentirme niña. Entonces, tampoco veía a este niño. Veía al niño proyecto de mis padres que yo rechazaba.

Por encima de esto mi niño también vivía el abandono después del nacimiento de mi hermana. Este trauma es una experiencia compartida con mi niña. Creo que mi niño inicialmente se agarró a mi por miedo a ser – otra vez – abandonado. Necesitaba asegurarse que no pude abandonarle. Ahora se ha relajado algo, y le sale también el dolor por el abandono y los abusos sufridos. Aunque se escondió, veía como mi padre abusaba a mi niña, sintiéndose impotente. Y ahora siente culpa y vergüenza por haberse escondido. Además, tampoco se liberaba de todos los abusos – algo que mi niña no puede ver por ahora. No era capaz de escapar de la ducha cuando le tocaba mi madre. No era capaz de escapar de todas las intrusiones en su espacio intimo, no era capaz de escapar del bullying. Y, siento que mi niño tiene este mismo miedo a ser abandonado otra vez que tiene mi niña.

Como mi niño ya no es una bola de miedo, ha vuelto el enfado de mi niña. Y es un circulo vicioso. Este enfado solo hace que mi niño siente todavía más culpa y vergüenza, y esto refuerza el enfado de mi niña. Necesito romper este circulo, si no, esto va a hacer daño tanto a mi niño como a mi niña.

Al inicio tuve el miedo que tengo que hacer todo el proceso que he hecho con mi niña desde febrero otra vez, con todo el tema del abuso sexual. Pero luego me di cuenta que no. Aunque siento que mi niño se ha quedado en enero, cuando mi niña tomaba “el control” y me empujaba a la decisión de luchar, y me niño fue echado a un lado, yo no voy a hacer este mismo proceso. Ya he asumido el abuso sexual como una realidad de mi vida, entonces no voy a volver a las imágenes intrusivas, a las dudas sobre el sí o no del abuso sexual. Muy probablemente tengo que acompañar a mi niño en su proceso de dolor y duelo por los abusos, y su proceso de superar la culpa y vergüenza, pero yo ahora estoy en otro punto.

No obstante, todo este proceso me cuesta mucha energía emocional. Me cuesta sostenerme a mi misme en este proceso. Lloro más, estoy más triste, muchas veces sin mucha energía para otras cosas.

Pero me alegra que mi niño se ha unido a mi comunidad interna. Ya somos tres en casa, y espero que pronto esta comunidad va a crecer todavía más. Aunque es duro a veces, especialmente ahora, me gusta mi comunidad interna. Y tengo ganas de conocer más partes de mi comunidad.