Mi niñe interior y yo (II)

Ayer escribí sobre mi proceso con mi niñe interior, y este proceso sigue. Desafortunadamente, es un proceso muy doloroso, con mucho miedo y mucho dolor, y no puedo hacerlo sin tener que llorar. Ayer, antes de acostarme, tuve que dejar la meditación, como me vinieron imágenes de mi niñe interior muy dolorosas – imágenes nuevas, relacionadas con el tema del abuso sexual – que prefiero no mencionar aquí todavía, como no tengo nada claro que relación con la realidad tienen estas imágenes. Solo pensar en estas imágenes ahora tengo un nudo en el estómago y tengo que llorar.

Esta mañana también conecté con mi niñe interior otra vez. Me senté en el suelo en frente de mi niñe interior, a una distancia suficiente para que no se siente atrapade o amenazade, y me quedé un tiempo así, hablándole que no tiene que tener miedo, que le voy a proteger y cuidar, que no le voy a hacer daño. Sentí su impulso de huir, de correr, de intentar escapar, pero se quedó sentade, con miedo, echándome un ojo sin quitarse las manos de los ojos. Poco a poco. Hay tanto miedo, tanto dolor.

También intenté explicarle que entonces no pude protegerle, como yo era elle. Porque siento que me echa la culpa por lo que sufría.

Entiendo también su desconfianza, como yo le había abandonado durante casi 50 años. Entonces, necesita su tiempo para aprender confiar en mí.

Le había abandonado, me disociaba, me huía en mi propio mundo, en el mundo de los trenes de modelo cuando era más pequeñe, luego en libros, en la música, en el activismo. Huyendo de mi misme. Cuando leí, hace poco, en la Guía de Autoayuda para Supervivientes Trans de la Violencia Sexual (en inglés) de FORGE sobre la incapacidad de jugar de supervivientes de un trauma, esto me tocó muchísimo: “Casi invariablemente, les clientes son incapaces de jugar, encontrando que su capacidad de experimentar placer, exuberancia y alegría en las interacciones o actividades lúdicas ha disminuido, ha desaparecido por completo a raíz del trauma, o se experimenta como paradójicamente peligroso y amenazante”. Creo que esto me había pasado ya a una edad bastante temprana, esta incapacidad de jugar, y, hasta ahora, nunca he recuperado esta capacidad.

A veces todavía huyo. En un buen libro, por ejemplo. También el activismo a veces me permite huir de mi misme, aunque ahora, desde el inicio de la pandemia hace ya dos años, esta salida casi ya no existe. Y como no puedo huir (quizás mejor), tengo que volver a mi misme, y estoy en este proceso doloroso de reconectar con mi niñe interior.

No sé cuando vamos a hablar, mi niñe y yo. No sé cuando puedo acercarme más. No sé cuando va a confiar en mí. No sé cuando me va a decir como se siente, que le da miedo, de donde viene su dolor. No sé cuando me puede decir como se siente respeto a ser niño, niña, niñe, o … Todavía no estamos a este punto. Le agradezco que no intenta huir de mí, que me permite acercarme, aunque manteniendo una distancia, que a veces me echa un ojo. Con todo su miedo, también hay curiosidad. Estamos en un camino, mi niñe interior y yo.