Mi niñe interior y yo
Escribir sobre mi niñe interior, que solo encontré hace poco más que una semana, no es fácil. Solo mirar a mi niñe interior, sentade en el suelo en una esquina, las rodillas lo más cerca posible al cuerpo, con los brazos protegiéndose la cabeza y tapándose las orejas y ojos, me duele, se me contrae el estómago, siento todo el miedo y el dolor de mi pequeñe niñe interior, y muchas veces tengo que llorar, como también ahora.
¿Donde hay espacio para tanto dolor y tanto miedo en une niñe tan pequeñe? ¿De donde vienen este dolor y este miedo?
Intento hablarle, y le digo que no tiene que tener miedo, que le voy a proteger y cuidar (en alemán). A veces me echa un ojo, pero no se quita las manos de sus ojos. Sigue protegiéndose. Y cuando le digo “te quiero”, en alemán, siento una ola de miedo y mi niñe intenta protegerse todavía más. Posiblemente, las personas que le dijeron “te quiero” le hicieron mucho daño, y estas palabras parecen más una señal de peligro que algo confortante.
Todavía mi niñe no me habla. Pero no intenta esconderse de nuevo. Se queda donde esta, sentade, sabiendo que le veo, que puedo encontrarle siempre. Tampoco quiero intentar todavía acercarme más. Creo que mi niñe necesita tiempo para tomar confianza, y acercarme demasiado rápido solo le da más miedo.
Y, muchas veces, cuando miro a mi niñe interior e intento hablarle, tranquilizarle, confortarle, me vienen otras imágenes, como mi niñe me fuera mostrando algunas cosas que había sufrido.
Me viene la imagen de mi niñe desnude, tumbade boca arriba enzima de algo que no me parece una cama, y con mucho miedo que le tocan. Conozco bien este miedo, o, más bien, el rechazo de cualquier contacto físico, sobre todo por parte de mi madre. Pero, ¿de dónde viene este miedo?
Y la imagen de mi niñe mirando la polla erigida de un hombre y este hombre empujando su cabeza hacia la polla. ¿Es real? No lo sé, pero el miedo de mi niñe es muy real.
Siento a veces que mi niñe me echa la culpa que no podía protegerle entonces. Qué tuvo que sufrir lo que ha sufrido. Pero, ¿cómo le pudiera haber protegido? Entonces, este niñe era yo. No había nadie para protegerle.
Le intento decir que ahora esta a salvo, que ahora le puedo proteger, que nada era culpa suya. Y siento que no me cree de todo, que todavía no confía. Que tiene miedo. Y no sé que decirle, no sé que hacer que no le da todavía más miedo.
Necesitamos tiempo. Tiempo para conocernos, para aprender a confiar. Para mí tampoco ha sido un proceso fácil aprender a confiar, y mi niñe todavía no ha hecho este mismo proceso. No confía en nadie, tampoco en mí. Y me duele. Me gustaría sentarme a su lado, abrazarle, pero sé que le daría miedo. Porque me recuerdo de mi incapacidad de soportar un abrazo, la cercanía de otro cuerpo. Tiempo. Mi niñe necesita tiempo. Tiempo para confiar en mí. Mientras tanto, seguiré con hablarle, seguiré respetando su miedo, sus límites, y buscaré otras maneras para mostrarle que le quiero de verdad, que no le voy a hacer daño, que le voy a proteger y cuidar.
Este niñe soy yo.
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