Depresión y ideación suicida

He tenido una semana bastante difícil desde el último fin de semana, una semana durante la que la depresión ha tomado el protagonismo y me he ido cada vez más hacía abajo, hasta el jueves, cuando tocaba fondo y por suerte tuve una sesión de terapia con mi anterior psicóloga (mi nueva psicóloga experta en trauma y abuso sexual desafortunadamente dio positivo en COVID el lunes – algo que me causó un bajón brutal de inmediato. Por suerte conseguí rápidamente una cita con mi anterior psicóloga).

Ya el sábado estuve bastante fatal. Sobre todo conecté con el vacío en mi vida, la falta de un sentido. Escribí este mismo día a algunes amigues “Si sabía una manera de suicidarme que no duele, lo haría” y “No quiero más. No puedo”, y no fueron bromas. Me sentí así, y lo que me paró de suicidarme fue principalmente la falta de valentía para afrontar el dolor.

Hasta en uno de mis cafés preferidos, en el Viajero Sedentario, se dieron cuenta de mi estado de ánimo bastante fatal este día, y una de las propietarias se ofreció a quedarse conmigo por la tarde. Al final vino una amiga mía por la tarde, y se quedó también la noche para acompañarme.

Pero el día siguiente seguí bastante fatal, con la depresión y sin ganas de seguir viviendo. Aunque hablé con una amiga por teléfono, seguí de muy bajo ánimo todo el día. Este día tomé la decisión de compartir mi plan de seguridad de prevención de suicidio con algunes amigues. Este mismo día también escribí algo sobre mi depresión – sobre los vacíos y la atracción que a en estos momentos tiene el vacío definitivo – la muerte.

Estos días empleaba el truco de prometer a une o dos amigues no hacerme daño este mismo día, aunque dudo que esto solo me hubiera sostenido toda la semana, cuando poco a poco me fui cada vez más hacía abajo.

La noche del domingo al lunes tuve una pesadilla relacionado con mi trabajo, y me desperté poco después de la medianoche con la mente atrapada entre el trabajo (la pesadilla), la depresión y el abuso sexual. Volví a dormir al final, y tuve otro sueño bastante raro – y normalmente casi nunca me recuerdo de mis sueños.

El lunes mi nueva psicóloga me comunicó que había dado positivo en COVID, y que todas las sesiones de la semana se quedaban suspendidas. De golpe me entró un miedo brutal en el estómago, y, por suerte, razonablemente rápido tomé la decisión de llamar a mi psicóloga de antes, como me vi incapaz de sostenerme toda una semana sin apoyo profesional. Fue una decisión muy acertada, como pude ver durante los próximos días. El miedo se quedaba hasta la tarde, y solo poco a poco se fue.

Esta misma tarde tuve revisión de mi baja médica en el Centro de Salud. No fue mi médico habitual, sino otra médica, y casi no me hizo preguntas. Le comenté mis problemas de sueño, y me recetó Zolpidem, un hipnótico bastante potente. Me dijo que no engancha, pero en la farmacia ya me dijeron que sí engancha. Después de leer el prospecto del medicamento, que mencionaba entre otras cosas que no se debería tomar como tratamiento único en caso de depresión o ansiedad por depresión, y como efectos secundarios frecuentes pesadillas y agitación decidí que no las tomaría en ningún caso.

El martes, en un momento sano, escribí a una amiga: “Las pastillas para dormir ni las quiero en mi casa. Tengo 100% claro que no me las voy a tomar, y no quiero 30 pastillas tan potentes en casa cuando a veces tengo pensamientos de suicidio”. Este mismo día las devolví a la farmacia – por suerte.

Según una fuente en inglés, “Una dosis tan baja como 70 mg puede crear complicaciones peligrosas en el organismo. Aventurarse en cifras de uso recreativo, una dosis de 400-600 mg, conducirá a una sobredosis.” La médica me recetó 30 unidades a 5mg, es decir, en total 150mg. Según la misma fuente, “Los expertos sitúan la cantidad letal de [Zolpidem] en aproximadamente 2.000 mg. Una vez más, los resultados desastrosos ocurrirán mucho antes de que se alcance esta cifra.” Me parece poco responsable recetarme estas pastillas en estas cantidades cuando pudo ver en mi información médica que había pedido derivación a Salud Mental por ideación suicida…

Decidí entonces quedarme con algunas pastillas naturales y utilizar el aceite de CBD. También empecé a investigar el aceite de CBD como tratamiento para el estrés postraumático, que parece que tiene buenos resultados sin efectos secundarios. Lo que leí me ha alejado otra vez de una potencial disposición a tomar antidepresivos u otros psicofarmacos por el estrés postraumático: “Actualmente la farmacoterapia, si bien extensa por la variedad de medicamentos utilizados, no ha demostrado una eficacia significativa.” Este mismo día, el martes, tuvimos nuestra olla común por la tarde, y al menos conseguí cocinar e ir a la olla, no obstante la depresión.

Pero más tarde por la noche tuve otro bajón brutal. Escribí a una amiga: “Creo que ha sido una buena decisión devolver las pastillas para dormir. Tengo un bajón brutal, pensando "¿por qué las he devuelto? Sería fácil tomar las 30 pastillas...". Y es cierto que es mucho más fácil tomar 30 pastillas que cortarme las venas con un cuchillo.

Creo que no hay peligro ahora. No te asustes. No voy a hacerme daño esta noche, te lo prometo. Voy a intentar dormir.

Tardé mucho en encontrar sueño, pero al final dormí unas cinco horas ininterrumpidas. Pero me desperté otra vez con un sueño raro. Y me di cuenta de lo que los sueños tienen en común, con la excepción de la pesadilla relacionada con el trabajo, es que o siento desesperación, o siento que realmente no importo a nadie, o humillación. El tema de mi depresión.

Por la tarde del miércoles me fui otra vez muy hacía abajo, y al final decidí pasar la noche en la casa de una amiga – en mi lugar seguro según mi plan de seguridad. Fue una buena decisión, aunque tampoco me ayudó a remontar. El día siguiente, el jueves, seguí fatal. Escribí a una amiga: “Estoy bastante fatal hoy. A veces tengo que llorar porque me falta la valentía para acabar con todo esto...

Tuve sesión de terapia esta misma tarde, y no sé como, pero conseguí sostenerme y no hacerme daño hasta la hora de la terapia. Fue una sesión muy intensa de 90 minutos.

Trabajamos sobre todo de una manera mis apoyos, y de otra manera una fuente importante de mi depresión, la falta de algo que da sentido a mi vida (o, la falta de un movimiento social potente y con ambición por la justicia climática). Conseguimos que conecté otra vez también emocionalmente con mis apoyos. Y me di cuenta de mi enfado con el movimiento, o lo que se queda después de dos años de pandemia.

Esta misma tarde tuvimos asamblea de mi querido grupo queer en mi casa, que también me sentó bastante bien. Me sentí apoyade (la ronda de sentires al inicio se alargó a una hora, y tuve que llorar durante mi turno), pero igualmente importante fue, creo que, que decidimos una actividad, y que no nos quedamos solo en ideas e intenciones. Salí con una compañera del colectivo para una cerveza después, que también fue bien.

Empecé a remontar algo, tanto con la sesión de terapia como con la asamblea. El viernes tuve más energía, aunque estuve todavía físicamente muy cansade, y hoy, el sábado, estoy algo mejor. Al mismo tiempo, cuando la depresión es menos fuerte conecto más con el trauma, con el tema del abuso sexual, y a veces no sé que es mejor o peor. Pero, al menos, dejé de sentirme suicida o al borde de estar suicida, y esto probablemente es mejor.

Me di cuenta en este proceso de algo importante: cuando la depresión toma fuerza pierdo la conexión emocional con mis amigues, mis apoyos. Sé con la cabeza que están, pero en estos momentos no lo siento, y me siento sole y abandonade, y con esto empiezan los pensamientos de suicidio. Creo que es importante, y quizás me ayuda la próxima vez cuando me voy hacia abajo: podría intentar estar más proactive y contactar a algunes de mis amigues, o llamarles, para volver a sentirme queride y apoyade. Lo difícil va a ser que estar proactive y depresión no necesariamente van bien juntas… En este sentido quizás esto es un llamamiento a mis amigues a darse cuenta cuando quizás no pido ayuda, pero la necesito más que en otros momentos. Necesito sentiros. Sé con la cabeza que estáis, pero cuando estoy en el pozo esto no es suficiente.