La Rigby – mi adolescente trans
Aviso de contenido: tratamiento de maltrato infantil y abuso sexual en la infancia.
Cuando, hace poco, hice el fanzine de La Rigby, a dibujar y escribirlo me di cuenta de que Rigby es una chica y no un chico. Probablemente, cuando lees el fanzine, te das cuenta de que en un momento cambia el pronombre con el que me refiero a Rigby, a La Rigby. Pero La Rigby no es solo chica, es una chica trans.
Desde entonces, a La Rigby y a mí están surgiendo muchas emociones. Sobro todo dolor y tristeza, pero también miedo. El miedo de años de ocultarse, llevar una máscara. Y, como me comentó mi psicóloga en terapia hace poco: vivir con máscara es como no vivir.
La semana pasada fui a la presentación del libro La mala costumbre de Alana S. Portero. Es un libro sobre la infancia y adolescencia de una chica trans en un barrio obrero de Madrid – y es mucho más. Cuando, durante la presentación del libro, se preguntó a Alana por qué no hay nada sobre el colegio o instituto en el libro, ella respondió que en el instituto te disocias, y que no sabe como escribir sobre esto. Y, ¿si toda tu adolescencia, décadas de tu vida, te disocias? Cuando te disocias, no te sientes, pero las emociones no desaparecen. Se quedan guardadas en tu cuerpo y salen, en forma de somatizaciones o, años o décadas más tarde, cuando reconectas con estas emociones. Y esto está pasando ahora a La Rigby, a mí. Me está saliendo todo el dolor, todo el miedo de vivir con una máscara, de no vivir.
La Rigby no era capaz de salir del armario como chica trans en su tiempo. Estaba muy consciente de lo que había pasado con Alex, de los abusos sexuales que sufría Zora. Sabía que la disidencia de género la pagaría caro. Y no era capaz de sostener esto. Entonces, una vida en el armario, con la máscara de chico, una máscara que en la realidad tampoco la protegía, que tampoco funcionaba.
Ahora, La Rigby está llorando mucho. Cuando la abrazo, empieza a llorar, empieza a salir el dolor de años en el armario, de años sin vivir. Pero, a veces, también sonríe tímidamente, sobre todo cuando le hago un complemento por su vestido rojo. A ella le gusta verse en su vestido, a veces da vueltas para mostrarse, tímidamente, pero también orgullosa de sí misma. La Rigby. Por fin, libre a expresarse, libre a vivir como quien es.
A mí me surgen muchas cosas. Ahora entiendo mi lucha con y contra la masculinidad de otra manera. Hace tres años (!) escribí sobre el trauma de la masculinidad, pero ahora, con mi chica adolescente trans, veo todo de una manera muy distinta. Es una cosa no encajar, pero sentirte niño, chico, y otra cosa sentir chica, una chica trans, y tener que llevar la máscara de chico todo el tiempo. Hace tres años, haciendo referencia al libro Cómo entender tu género de Alex Iantaffi y Meg-John Barker, escribí: “Ayer empecé con el capitulo 3 del libro, Your Gender Background (El origen de tu género), y proponen como pequeña reflexión pensar en el impacto del sexo asignado al nacer, y pensando en esto casi me puse a llorar.
Al nacer fui asignado el sexo ‘hombre’, con todo que esto significa para la vida. Honestamente: una mierda. Al menos para mí.”
Claro que fue una mierda, como era chica. Una chica trans, pero chica. Y, tengo que llorar, llorar por una vida no vivida. Llorar por todo el dolor de vivir con máscara. Llorar por el bullying, por el miedo. Duele. Duele mucho.
Sé que esto pasará. La Rigby y yo necesitamos tiempo. Necesitamos abrazarnos, llorar juntes. Soltar el dolor, atravesar el duelo. Por qué, todo esto ya es el pasado. Lo hemos sobrevivido. Ahora somos libres, somos resilientes. Somos orgullosamente queer, trans, nobinarie. Y luchamos por un mundo mejor, un mundo queer.
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