Trastorno de estrés postraumático complejo

A mi siempre me ayuda poner un nombre a las cosas, a lo qué estoy viviendo, y trastorno de estrés postraumático complejo es el nombre que más encaja, aunque tampoco me reconozco en todo.
 

Pete Walker escribe: “La minimización de las consecuencias debilitantes de una infancia llena de negligencia emocional es el núcleo de la cebolla de negación del TEPT. Nuestros esfuerzos de recuperación se ven obstaculizados hasta que comprendemos cuánto de nuestro sufrimiento se constata en torno al abandono emocional temprano - en torno al gran vacío que surge de la falta de interés y compromiso amoroso de los padres, y en torno a la angustiosa experiencia de ser pequeñe e impotente mientras creces en un mundo en el que no hay nadie que te apoye. Muches sobrevivientes nunca llegan a descubrir y trabajar las heridas que se correlacionan con este nivel, porque asignan su sufrimiento a un abuso abierto y nunca llegan al tema central del abandono emocional. Como ya se ha dicho, esto es especialmente cierto cuando comparan con desdén su trauma con el de aquelles que fueron abusades de manera más notoria y dramática. [Esto es particularmente irónico a la luz del hecho de que algunos individuos pueden sufrir algo de abuso activo sin desarrollar TEPT, si hay une cuidadore que no les descuida emocionalmente]. El descuido emocional traumático se produce cuando une niñe no tiene une sole progenitore o cuidadore al que pueda acudir en momentos de necesidad o peligro, y cuando no tiene a nadie durante un período de tiempo prolongado que sea una fuente relativamente constante de consuelo y protección. Crecer emocionalmente desatendido es como casi morir de sed justo fuera de la fuente cercada de la bondad e interés de un progenitor. La negligencia emocional hace que les niñes se sientan inútiles, no queridos y terriblemente vacíes, con un hambre que roe profundamente el centro de su ser, dejándoles hambrientes de calor humano y consuelo - un hambre que a menudo se transforma con el tiempo en un apetito insaciable de sustancias y/o procesos adictivos.
 

Puedo entender mi pregunta de sí o no había sufrido abuso sexual en mi infancia como esta minimización de la que habla Pete Walker. No tengo recuerdos de abusos sexuales, ni de otros abusos muy fuertes; solo de algunos episodios de violencia por parte de mi madre, o, más correcto, sé de mi padre que mi madre me golpeaba a veces cuando estaba desbordada y no sabía que hacer conmigo cuando yo era muy pequeño. Aunque no sé de donde viene este miedo muy fuerte de la casa de mi infancia, a la que tampoco tengo ningunos recuerdos.
 

Me recuerdo muy bien del hambre de calor humano, un hambre tan fuerte que destruyó mi primera relación afectiva sexual. Me recuerdo también de mi incapacidad de relacionarme, de abrirme, de confiar. En esta primera relación nunca me sentía segure de mi, ni de la relación, que al final terminó después de un año, y me volvía a la soledad, al abandono emocional. Tenía unas amistades, pero tampoco era capaz de confiar, de intimar, de mostrarme con todos mis miedos y toda mi vulnerabilidad. Aprendí escuchar a los problemas de otres, pero nunca fui capaz de hablar de mis problemas más profundos, íntimos, ni sé si realmente entendía mis problemas en estos tiempos. Escuchaba mucho, pero compartía bien poco. Tenía claro que necesitaba mantenerme lejos de mis padres, y corté el contacto por primera vez todavía en Alemania, probablemente en la segunda mitad de los 1990 (fue un error grave permitir el contacto de nuevo unos años después por la insistencia de mi hermana). Tenía claro que realmente huí de la casa de mis padres cuando me fui a estudiar. Tenía una narrativa de mi vida que empezaba con “Realmente empecé a vivir cuando me fui de la casa de mis padres…”. Pero mi armadura todavía estaba bastante intacta, y muy fuerte, y no estuve nada en contacto con mi cuerpo o mis emociones. Mi estrategia de disociación era sobre todo la militancia. Por suerte, en grupos en los que las relaciones personales, el cuidado mutuo, importaban.
 

Otra vez Pete Walker, sobre su propia experiencia: “No fue hasta que aprendí a asignar el dolor de numerosos flashbacks emocionales del momento actual a la soledad abyecta de mi infancia, que pude trabajar eficazmente en la compulsión de repetición que me mantuvo vacilando entre largos períodos de aislamiento y relaciones que nunca fueron lo suficientemente seguras para revelar todo mi ser. Es importante destacar aquí que la verdadera intimidad, y el consuelo curativo que sólo ella puede otorgar, depende de que aparezca en momentos de vulnerabilidad, y eventualmente, y muy especialmente, en los tiempos de flashback de sentirse atrapado en el miedo, la vergüenza y la depresión de la mezcla de abandono.

Siento que ahora estoy llegando a este punto. Puedo nombrar e identificar mejor mis flashbacks emocionales, pero, sobre todo, en los últimos años he construido amistades que me permiten esta verdadera intimidad de la que habla Pete Walker, donde puedo mostrarme vulnerable y encontrar consuelo, donde puedo revelar todo mi ser. Es algo que he aprendido desde mi primer colapso hace cuatro años, cuando por primera vez realmente empecé a abrirme, a mostrarme con toda mi vulnerabilidad, por que entendía instintivamente que era la única manera de sobrevivir.

Que ahora, en este periodo de confinamiento que ha desencadenado la retraumatización y que vivo casi como un largo flashback emocional no he sentido el miedo al abandono me parece un avance muy importante que me dice algo sobre las relaciones de amistad que tengo ahora.

También me ayudan algunos de los textos y zines de Meg-John Barker, sobre todo sobre el autocuidado, quedarse con sus emociones (que fue duro de leer, y me causó unas emociones muy fuertes), o el Yo plural. Estoy identificando mis yos desatendidos, abandonados, como por ejemplo mi yo de niñe, de jugar, entre otros. Identificar estos yos abandonados no significa automáticamente que ahora puedo aceptarlos, puedo ser este niñe, jugar, hacer le ridicule, etc, pero también lo veo como una primer paso para reconectar con mis otros yos.

Aunque he desembarcado tarde en este camino (hace cuatro años), ahora estoy en el camino hacia mi recuperación, y siento los avances sobre todo en estos tiempos de confinamiento tan duros para mi, como han desencadenado otra retraumatización. En las últimas semanas he reconectado al primero con el dolor y la soledad de mi adolescencia, y luego también con el dolor y el abandono de mi infancia, y aunque estoy viviendo tiempos a veces muy dolorosos, me siento más fuerte y más capaz, con más herramientas, para afrontar el dolor, quedarme con mis emociones, soltar el dolor bloqueado desde años, liberarme del miedo de los primeros 20 años de mi vida. Todavía no he conseguido esta liberación, pero estoy en el camino. Vuelve la esperanza.

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