Hablemos del abuso sexual en la infancia
Desde mi última entrada sobre abuso sexual en este blog hace 9 días tengo un dialogo interno permanente, que de una manera no avanza, o al menos no mucho. Es un dialogo entre una parte de mi que sí sabe, que sí quiere asumir el abuso sexual en mi infancia para poder avanzar, y una otra parte de mi que se resiste a un sí rotundo respeto a un abuso sexual, que quiere seguir protegiéndome, como lo ha hecho durante décadas. Este dialogo interno no es solo de cabeza, aunque probablemente aquí parece así. Es un dialogo interno con muchas emociones, con lágrimas, con dolor, y con miedo. De hecho, necesito parar ahora mismo, dejar de escribir, como tengo que llorar otra vez. — Entonces, escribo este texto en partes, parando cuando no puedo seguir.
Empezamos con la parte de mi que se resiste:
— “No tienes recuerdos. ¿Cómo puedes decir que hemos sufrido un abuso sexual? Es cierto que tenemos un trauma complejo. Y tu misme te has referido varias veces a lo que Pete Walker llama la ‘cebolla de negación’: ‘La minimización de las consecuencias debilitantes de una infancia llena de negligencia emocional es el núcleo de la cebolla de negación del TEPT. Nuestros esfuerzos de recuperación se ven obstaculizados hasta que comprendemos cuánto de nuestro sufrimiento se constata en torno al abandono emocional temprano - en torno al gran vacío que surge de la falta de interés y compromiso amoroso de los padres, y en torno a la angustiosa experiencia de ser pequeñe e impotente mientras creces en un mundo en el que no hay nadie que te apoye. Muches sobrevivientes nunca llegan a descubrir y trabajar las heridas que se correlacionan con este nivel, porque asignan su sufrimiento a un abuso abierto y nunca llegan al tema central del abandono emocional.’ Y, ¿ahora esto ya no es así?
— “Es cierto. Lo que dice Pete Walker me ha ayuda mucho hace dos años para asumir el trauma complejo, y trabajar durante el primer año de la pandemia de la COVID-19 muchos aspectos de mi trauma complejo. Tu me estabas protegiendo – o impidiendo – acceder as esta otra herida, al abuso sexual. Y, quizás, era necesario en este momento. No sé si hubiera sido capaz de afrontar el abuso sexual en este momento. Lo dudo. Pero, el tema siempre vuelve. El abuso sexual es lo que me llevaba a empezar con terapia, como estaba completamente disfuncional, colapsade. Entonces, en agosto 2016, escribí: ‘Esta pregunta vuelve a atormentarme, y mas frecuentemente últimamente (en los últimos 2-3 años). Antes, cuando me pregunte eso, normalmente era por la noche cuando tenia problemas de entrar en sueño, y después de unos días la pregunta desapareció de nuevo. Creo que muchas veces la pregunta aparece después de leer una noticia sobre un caso de un abuso sexual infantil en un periódico. Ha aparecido con fuerza al inicio de julio, y por primera vez pensé en hablar con una persona. No lo hice, y me fui de vacaciones, y después de unos días pedaleando por el Pirineo deje de pensar en la pregunta.
Después de las vacaciones la pregunta ha vuelto con mas fuerza desde el inicio de agosto. Esta vez no solamente por la noche, pero ahora la pregunta es presente casi todo el tiempo, y me cuesta concentrarme en otras tareas.’ (Nota: este texto no lo publiqué en su momento. Lo publiqué años más tarde, probablemente durante 2020).
Y ahora el tema ha vuelto con mucha fuerza desde que he conectado con el trauma de mi última relación afectiva sexual hace ya 13/14 años (y más). Un trauma que tiene que ver con no darme cuenta de mis limites, especialmente en el ámbito sexual. He revisado mi relato, intentando de una manera seguir viviendo con la incertidumbre, pero el tema sigue. — Y otra vez tengo que pausar para llorar.
— “Pero, tu no sabes. No tienes ningún recuerdo concreto. Y Pete Walker dice...”
— (Llorando) “¡Para! ¿Por qué piensas estoy llorando ahora? Nuestro cuerpo sí lo sabe. Nos esta hablando — (otra vez llorando) — ¿De donde viene este dolor? ¿El llanto? ¿El miedo? ¿Por qué piensas tengo que llorar solo pensando en el tema? ¿Por qué piensas me vienen estas asociaciones, y leyendo sobre asexualidad y abuso sexual de repente empiezo a llorar? ¿Por qué, cuando pienso en el asco que me causó el sexo a partir de cierto momento en mi ultima relación afectiva sexual, muchas veces no sé si estoy chupando la polla de mi entonces pareja o si tengo 10 o menos años y estoy chupando otra polla? ¿Por qué muchas veces me viene esta imagen de une niñe mirando la polla erecta de un hombre? ¿Por qué siempre he tenido este interés en noticias o historias sobre el abuso sexual de niños (nunca de niñas)? ¿Por qué ya no puedo leer sobre el tema sin llorar? ¿Por qué piensas este tema siempre vuelve a atormentarme?
¿Por qué? ¡Dame otra explicación! — (Nota: me ha costado mucho escribir esto, lo he escrito entre lágrimas, y necesito parar otra vez)
— “No lo sé. Probablemente hay otras explicaciones. Tu no tienes ningunos recuerdos, y no puedes decir que hemos sufrido abuso sexual. Lo que tienes son indicios – pero no hay prueba definitiva. No la tienes. Y la cebolla de negación de Pete…
— “A la mierda con Pete Walker (lo siento, Pete. Tu libro me ha ayudado mucho en su momento, pero ahora no me sirve esta perspectiva). Es cierto que no hace falta un abuso sexual (o otro abuso grave) para el trauma complejo, que el abandono emocional que hemos sufrido en nuestra infancia y adolescencia en si solo hubiera sido suficiente para nuestro trauma complejo. Pero, esto no significa que no hubo un abuso sexual. De hecho, muchas investigaciones sobre el abuso sexual en la infancia y sus consecuencias también llegan a hablar del trauma complejo. Entonces, no me hablas de que el trauma complejo significa que no hubo abuso sexual.
Tu no confías en nuestro cuerpo. Pero nuestro cuerpo es sabio, y lleva los recuerdos. Como dice el experto en trauma Bessel van der Kolk en esta entrevista: ‘Nosotros somos nuestro cuerpo y nuestro cuerpo es lo que somos. Nuestro cuerpo nos dice aquello que es seguro y lo que resulta peligroso, lo que es bueno y lo que es malo para nosotros, lo que produce dolor y lo que es fuente de placer. El trauma se vive a través de sensaciones físicas’. ¿Por qué no confías más en lo que nos dice nuestro cuerpo? ¿No lo puedes ver?
Como resume Marina Aldaz San Juan en su trabajo de fin de grado: ‘El abuso sexual, se ha comprobado, que no sólo genera Trastorno de Estrés Postraumático sino que puede desencadenar en el menor un mayor impacto, el llamado Trastorno de Estrés Postraumático Complejo. Este síndrome se caracteriza por incluir problemas relacionados con la regulación del afecto y los impulsos, la memoria y la atención, las relaciones interpersonales, la autopercepción, los sistemas de significado y la somatización’. Y, ¿esto tampoco puedes ver en nosotres?
— ¿? Pero...
— Sí, en nuestra mente no hay recuerdos. O, más bien, nuestra mente nos esta protegiendo, como también estas intentando protegernos. No hay recuerdos, porqué quizás serían demasiado dolorosos. Yo ya no quiero saber más. No quiero saber detalles. Pero confío en lo que me dice nuestro cuerpo. Confío — otra vez llorando, otra vez — en el dolor, en lo que nuestro cuerpo quiere decirnos. Nos esta hablando. ¿Qué más certeza quieres? No tiene sentido seguir con este dialogo. No quieres verlo. Entiendo que quieres protegernos, pero esto ya no es útil. Realmente, ahora es contraproducente. Mejor me ayudas a asumirlo. No tiene sentido seguir mirando al otro lado. Entiendo que ha sido necesario en el pasado. Ya no. ¡Podemos con esto! Y, para avanzar, tenemos que asumir el abuso sexual. No hay otra. ¡Deja de resistirte!
No sé cuantas veces he pasado por variaciones de este dialogo, un dialogo doloroso, con mucho llanto. Un dialogo que se desarrolla dentro de mi durante el día y durante la noche, que muchas veces no me deja dormir. Muchas veces pienso (y siento) que mis amigues lo tienen más claro que yo, que me creen más que yo creo a mi misme – por cierto más que la parte mía que se resiste cree a mi cuerpo.
Es doloroso. Es doloroso asumir el abuso sexual. Es doloroso, pero es necesario. Para empezar a reconstruir quien soy. Sé que he sobrevivido, estoy aquí ahora. Sé también que he sanado algunas heridas en los últimos años, que ahora tengo la capacidad de confiar, de intimar. Tengo una red de amistades potente, que me esta apoyando. No pueden quitarme el dolor, no pueden quitarme el miedo. Pero están. Y les necesito. Y les agradezco que están, y que me creen. Que me creen más que yo a mi misme.
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