¡Hablamos de nuestros miedos!

Intervención de Andreas Speck durante la mesa redonda “Los efectos de la aplicación de las nuevas normas de orden público y seguridad ciudadana”, Universidad Pablo de Olavide, 6 de octubre de 2016

Quiero empezar mí intervención con dos experiencias de acciones directas noviolentas de los últimos años – una preparada y realizada antes de la entrada en vigor de las Leyes Mordaza, y otra después. Las dos acciones eran acciones de desobediencia civil, por lo que incluyeron la violación de leyes como parte de la acción. No obstante, creo que se puede apreciar especialmente el impacto de la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015.

Dos ejemplos de acciones

La primera acción la hicimos en la base naval de Las Palmas de Gran Canaria el 14 de abril de 2014. La acción consistió en recortar simbólicamente el trozo de tierra costera en la que se ubica la Base Militar del Arenal en Gran Canaria, para lo que activistas se acercaron a la base a nado, mientras en tierra y aire, tijeras gigantes contribuyeron a la tarea, y el resto del grupo repartió información a la ciudadanía. La acción terminó sin detenciones, pero sí con la identificación de las activistas de que nadaron a la base.

La segunda acción la hicimos en el campo de maniobras Sierra de Retín en Barbate durante las maniobras de la OTAN “Trident Juncture” en noviembre del año pasado. Es esta ocasión la acción – con participación internacional – consistió en entrar en el campo de maniobras. Tampoco hubo detenciones, pero sí identificaron a todas personas, y la Guardia Civil utilizo gas de pimienta en contra de unas activistas que se resistieron de forma noviolenta a salir del campo de maniobras.

Como en la preparación de cualquier acción de desobediencia civil, parte del trabajo previo a la acción fue, en ambos casos, investigar y hablar de las potenciales consecuencias legales de la acción. Y aquí se nota el impacto de las Leyes Mordaza.

En el primer ejemplo discutimos sobre si tenía o no sentido llegar hasta los barcos militares y/o subir a un muelle de la base naval. Consideramos que esto potencialmente se podría sancionar con hasta tres años de cárcel, según el artículo 61 del Código Penal Militar de 1985: “El que allanare una base, acuartelamiento o establecimiento militar, o vulnerase las medidas de seguridad establecidas para su protección, será castigado con la pena de tres meses y un día a tres años de prisión.” [1] Decidimos que “allanar” la base naval no añadía nada a la acción, y que no valía la pena el riesgo añadido de detención y sanción. Hablamos poco o nada de multas por desobediencia (pero sí decidimos que no saldríamos del agua solamente porque la policía lo dijera).

En el segundo ejemplo – después de la entrada en vigor de las Leyes Mordaza – la acción consistió en “allanar” el campo de maniobras, y el diseño de la acción incluyó la imagen de cortar la cerradura de una puerta. No obstante, hablamos poco sobre las sanciones potenciales del Código Penal Militar. Las consideramos poco probables. En cambio, sí que hablamos mucho sobre las multas potenciales de la Ley de Seguridad Ciudadana, que en su artículo 36 párrafo 6 define como “infracciones graves” la “desobediencia o la resistencia a la autoridad”, con multas desde 601€ hasta 30.000€. Fue muy obvio que hubo mucho miedo a las multas – miedo a lo desconocido, porque todavía no existen experiencias de cómo se está aplicando la Ley Mordaza. Además, hablamos sobre limitar el número de personas que iban a entrar en el campo de maniobras para reducir la suma total de las multas. Al final no limitamos el número de personas, y entramos más de 10 personas.

No obstante, los miedos eran obvios. Miedos al nivel personal: cómo afrontar una multa de varios miles de Euros cuando tienes una hipoteca y familia y ya no te sobra dinero. Y miedos como colectivo: cómo afrontar como colectivo (u organización) multas de hasta 100.000€ o más, si multan a todas las personas que participan en una acción. De hecho, es más fácil afrontar unas semanas de cárcel, que unas decenas de miles de Euros de multa. Además, una multa como forma de represión es menos visible que una pena de cárcel, y más difícil de utilizar políticamente.

La represión como amenaza

Creo que es importante darnos cuenta del carácter de la represión. Funciona a través de la arbitrariedad de su aplicación y del miedo que causa. Solamente porque una ley define unas infracciones y sanciones no significa que se vayan a aplicar. Creo que todas tenemos la experiencia de hacer acciones que en teoría suponen una infracción de una o más leyes, y ni nos identificaron, ni nos multaron, ni nos juzgaron. U otras veces sí nos identificaron o detuvieron, pero nunca nos llegaron a sancionar. Las leyes represivas funcionan como una amenaza, pero la aplicación o no aplicación de una ley siempre depende de una decisión de carácter político, dependiendo de si existe “interés público”. O dicho de otra manera: depende de si multarnos o llevarnos ante un juez es beneficioso para los poderes, o puede causarles más problemas de los que tratan de resolver.

Cuando actuamos, cuando organizamos acciones en la calle para hacer avanzar nuestra causa, siempre tenemos que afrontar el riesgo de una represión (cuando nos salimos de lo establecido por el sistema, y muchas veces también cuando pensamos que nos quedamos dentro del marco de lo permitido). Y con las Leyes Mordaza ese riesgo ahora es mucho mayor, no porque sea más probable una represión, sino porque si llega, será más dura. Y con el aumento del riesgo ha crecido el miedo. Además, debido al carácter más o menos arbitrario de la represión, la experiencia previa de los Movimientos Sociales que hayan sufrido la aplicación de las leyes represivas siempre es clave para estimar el riesgo. Y todavía no tenemos experiencias con la aplicación de las Leyes Mordaza, lo que hace crecer más aún los miedos.

Me gustaría explicar eso un poco con unas experiencias del Reino Unido. En 2005 entraba en vigor el “Serious Organised Crime and Police Act (SOCPA 2005)”, una ley que estableció en su titulo 4 una multitud de nuevas sanciones en contra de protestas políticas, sobre todo en contra de acciones de protesta en los alrededores del parlamento de Whitehall (secciones 132-138) y sancionando la intromisión en ciertos “lugares designados” como sitios con licencia nuclear o bases militares (secciones 128-131).

Antes de SOCPA, entrar en una base militar o en la fábrica de armas nucleares en Aldermaston casi era una forma de “deporte” para las activistas antimilitaristas y antinucleares. Y no es que no fuera posible sancionar este tipo de acciones antes de SOCPA – muchas veces multaron a activistas utilizando la sección 68 del Criminal Justice and Public Order Act 1994 (que permite sanciones de hasta tres meses de cárcel, aunque lo habitual eran multas). SOCPA en su sección 128 estableció una pena de cárcel de hasta 51 semanas, y también aumento el máximo de la multa.

Aunque hubo muchas acciones y campañas en contra de las secciones 132-138 SOCPA (protestas en los alrededores del parlamento), y se revocaron esas secciones en 2011 (con el Police Reform and Social Responsibility Act 2011), el impacto sobre acciones dentro de bases militares y/o instalaciones nucleares fue grave. SOCPA causaba un miedo enorme a la represión por este tipo de acciones, y como consecuencia casi desaparecieron aquellas acciones que incluían entrar en una base militar o un “sitio designado” según SOCPA. Hubo dos casos que llegaron ante un juez, pero las dos terminaron con la absolución por razones técnicas (por ejemplo la acción tuvo lugar al fuera de la parte con licencia nuclear).

La represión funcionaba no por su aplicación, sino por el miedo que generaba. En cambio, la represión de protestas en los alrededores del parlamento nunca funcionaba – se aplicaron (o intentaron hacerlo) las secciones 132-138 muchas veces, causando todavía más acciones cada vez más creativas, hasta que tuvieron que revocarlas en 2011.

Estrategias contra la represión

La democracia necesita la protesta callejera. Si no hay vida política en las calles y las plazas, no hay democracia. En su libro Afirmación y Resistencia, Carlos Beristain y Francesc Riera describen cinco objetivos de la represión:

  • Romper el tejido social: La represión intenta romper tanto las convicciones personales de cada persona, como los procesos de unidad y las experiencias comunitarias de la gente.
  • Control del enemigo interno: los poderes definen y califican como delincuentes terroristas, enemigos de la democracia, delincuentes violentos, etc… a las personas que se oponen a las políticas de los poderes, con el fin de justificar la necesidad de la represión.
  • Intimidar a la población: la represión no solamente se dirige a las personas que la sufren. Se dirige también a los grupos y comunidades donde estas personas viven y con las que comparten muchas veces valores y prácticas. El objetivo es difundir el miedo en la sociedad, para que la gente no participe en actividades políticas.
  • Implantar la impunidad: un aspecto importante es la impunidad de los agentes del orden al aplicar la represión. No es una sorpresa que a la policía no le guste ser fotografiada o grabada en vídeos.
  • Transformar la población: Para cumplir sus objetivos los poderes necesitan transformar a la población en colaboradora, y que se convierta en una masa amorfa y sin criterio propio.

Nuestras estrategias en contra de la represión tienen que tomar en cuenta esos objetivos de la represión para ser eficientes.

Acciones dilema

Una “acción dilema” es una táctica que intenta crear un dilema para el oponente, por ejemplo, las fuerzas de seguridad. Se puede responder con represión, potencialmente con consecuencias negativas para el Estado, o se puede responder ignorando una infracción, de hecho permitiendo una actividad ilegal. Ideas en relación con sucesos recientes podrían ser:

  • En respuesta a los intentos de la represión en contra de unas personas por la procesión del Coño Insumiso, por qué no crear cientos de modelos pequeños del coño insumiso y difundirlos en unas acciones públicas, por ejemplo, en la Alameda.
  • En respuesta a la definición del cultivo de plantas de marihuana en un balcón privado como una “infracción grave” según el artículo 36 párrafo 18 de la Ley de Seguridad Ciudadana, por qué no difundir cientos de pequeñas plantas de marihuana en un acto público en la Alameda?

En los dos casos, las autoridades tienen solamente dos malas opciones: multar o llevar ante el juez a cientos de personas, probablemente causando un interés público y una indignación mayor (y posiblemente causando demasiado trabajo para la administración) o ignorar las acciones y con eso las infracciones.

Volver la represión contra si misma

Cuando nos toca la represión, también contamos con estrategias de “backfire” o “volver la represión contra sí misma”, lo que también se conoce como “jiu-jitsu político”. La idea básica es denunciar la represión cuando el Estado la aplica, para que la respuesta a la represión cause más movilización aún.

Como dice Brian Martin en su libro Backfire Manual (en inglés), para volver la represión contra sí misma es importante analizar antes el riesgo, y preparar una estrategia de “backfire”, de la denuncia rápida y masiva de la represión (en español existe el manual de CANVAS, Volver la opresión contra sí misma).

Utilizar la ley

Aunque las leyes sirven más a los poderosos que a nosotros, es importante que usemos las leyes que existen en contra de la represión siempre cuando sea posible. Personalmente tengo una relación bastante táctica y pragmática con la ley. Soy consciente de su función represiva, pero al mismo tiempo pienso que es importante que la utilicemos, especialmente los derechos humanos (como el Convenio Europeo de Derechos Humanos o el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos), cuando los poderosos los violan – como lo hacen con la Ley de Seguridad Ciudadana.

Utilizar la ley y las contradicciones que existen en nuestro favor es una formar de luchar especialmente en contra de la impunidad, pero también para defender nuestros espacios y derechos políticos.

Personalmente fui parte de un proceso legal en contra de la policía en Inglaterra que duró 10 años y terminó en nuestro favor, no solamente declarando la actuación de la policía como una violación de nuestros derechos humanos, sino además condenando a la policía a pagarnos – a cada una de las 100 personas que éramos parte del proceso – una compensación de 4000 libras esterlinas.

Confrontar nuestros miedos colectivamente

El miedo es el mecanismo más importante de la represión. Con el miedo nos quieren paralizar e individualizar, quieren “romper el tejido social”, como dicen Beristain y Riera. Y el miedo es una realidad. Estoy harto de panfletos de ciertos grupos de la izquierda que proclaman “No tenemos miedo!”. No solamente me parece una actitud muy machista, sino que además me parece contraproducente. Sí tenemos miedo! Yo tengo miedo! Y negar nuestro miedo nos va a individualizar y alejar aún más de la mayoría de la población que también tiene miedo.

Además, el miedo es algo sano. El miedo nos señala que existe un riesgo, y que tenemos que cuidarnos. El miedo solamente se convierte en algo negativo cuando nos paraliza.

Para afrontar nuestros miedos necesitamos apoyo – tenemos que crear comunidad, crear y fortalecer el tejido social que los poderes quieren romper.

El miedo es más grave – y es más probable que nos paralice – si no sabemos en qué consiste. Para afrontar nuestro miedo, lo más importante es analizar en qué consiste – qué riesgos son reales, qué riesgos nos imaginamos. Y para eso necesitamos al colectivo, apoyo mutuo, respeto y confianza. Por ejemplo, tengo más miedo de la policía o de una detención cuando no se cómo funciona el proceso, qué pasa cuando me detienen en un país determinado en una acción concreta. Compartir en grupo experiencias de detenciones o de cómo funciona de forma muy detallada el proceso de una detención desde el inicio (un policía te detiene) hasta la comisaria, la celda y finalmente la liberación convierte un miedo grande, a algo bastante desconocido, en muchos pasos conocidos que ya no causan tanto miedo.

Cuando hablamos de nuestros miedos y analizamos los riesgos, también hablamos de los límites de cada persona, y del apoyo que cada persona necesita. Esto nos permite en el proceso de una acción tomar en cuenta los límites de cada persona y buscar un papel durante la acción que respete los límites, o que nos permita dar los apoyos que necesite cada persona – para la mayor seguridad de todas.

El miedo es algo sano y nos hace parar y reflexionar. Solamente compartiendo nuestros miedos podemos empoderarnos, actuar con miedo y crear comunidad y tejido social. De hecho, una sociedad sin miedo me da miedo.

Como escribió Roberta Bacic, ex-colega mía, en la primera edición del Manual de Campañas Noviolentas de la Internacional de Resistentes a la Guerra: “Si –como creo– tenemos la obligación de protestar, también tenemos la obligación de prepararnos bien: de identificar los riesgos para nuestra salud física y emocional y dar pasos para asegurarnos de que podemos superar estos riesgos y continuar la lucha de una manera positiva y efectiva, siendo fieles a nuestros ideales. Lo último, pero no por ello lo menos importante, sigamos intentándolo, divirtámonos mientras lo hacemos, y con todo demos una oportunidad a la paz. No somos los primeros que lo hacemos, y no seremos los últimos.

Notas

[1] El nuevo Código Penal Militar, en vigor desde 15 de enero de 2016, ha incrementado la pena máxima y dice en su artículo 29: “El que penetrare o permaneciere en un centro, dependencia o establecimiento militar contra la voluntad expresa o tácita de su jefe, o vulnerare las medidas de seguridad establecidas para la protección de aquellos, será castigado con la pena de tres meses y un día a cuatro años de prisión.

Publicado originalmente en https://latransicionera.net/hablamos-de-nuestros-miedos/.

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