Estamos en guerra

Reflexiones después del atentado de París y de la intensificación de los bombardeos en Siria e Irak

«Estamos en guerra», dijo el presidente francés François Hollande después de los atentados de París del día 13 de noviembre de 2015 en los que murieron 130 personas y cientos mas fueron heridas. «Bienvenido al mundo real», se podría decir cínicamente. Francia no solamente esta en guerra desde el 13 de noviembre de 2015, y tampoco solamente Francia esta en guerra. La guerra empezaba muchos años antes, y probablemente seria difícil fijar una fecha concreta. ¿Empezaba la guerra cuando Francia empezó a bombardear las posiciones del Estado Islámico en Siria (27/09/2015)? ¿O cuando Francia empezó a bombardear el Estado Islámico en Irak (19/09/2014)? ¿O con la participación de Francia y otros países europeos (y EE.UU.) en la guerra de Libia (19/03/2011)? ¿O con la segunda guerra de Irak (2003)? ¿O con la guerra en Afganistan (2001)? ¿O con la primera guerra de Irak (1990/91)? ¿O antes?

Probablemente todas esas respuestas forman parte de la verdad. Muestran que existe una larga trayectoria de confrontaciones militares – guerras – entre Francia, la Unión Europea, la OTAN, Estados Unidos a un lado y muchos países del mundo musulmán al otro lado. Aunque en casi todas esas guerras el occidente pudo contar con unos países árabes como aliados – sobre todo Arabia Saudí y Quatar – este no cambia la percepción de una guerra casi permanente entre los países del occidente y el “mundo musulmán”. Además una guerra asimétrica, con los países del occidente con mas que 70% del gasto militar mundial en contra de países con fuerzas armadas débiles y con armas mayoritariamente antiguas (con excepciones, como el ejercito de Siria que tiene armas modernas de Rusia).

«Estamos en guerra» desde unas décadas, en una guerra asimétrica que provoca respuestas. Mientras los aviones de los países del occidente pueden bombardear desde altas alturas, o los drones matan controlados desde EE.UU., Reino Unido, o Francia, y los misiles de crucero salen de buques de guerra lejos de la zona de conflicto, el otro partido del conflicto no tiene acceso a armas tan modernas. Utilizan fusiles, artefactos explosivos improvisados (IEDs en sus siglas en ingles), y otras armas pequeñas que pueden obtener fácilmente (o construir). Con atentados como los de Bali (Indonesia) el día 12 de octubre de 2002 (202 muertos), de Madrid el día 11 de marzo de 2004 (193 muertos), de Londres el 7 de julio de 2005 (56 muertos), y últimamente lo de París el 13 de noviembre de 2015 (130 muertos), la guerra llega periódicamente a nuestros países, despertándonos de la ilusión que la guerra solamente tiene lugar en países lejos de nuestros hogares, y que Europa forma una isla de la paz y tolerancia.

 

«La guerra empieza aquí»

Nada mas lejos de la realidad. «La guerra empieza aquí» no solamente es un lema antimilitarista utilizada por los grupos de Alternativa Antimilitarista.MOC o la Red Antimilitarista Europea. «La guerra empieza aquí» significa que las guerras de Irak, de Libia, de Siria, de Afganistán no solamente tienen mucho que ver con los intereses de los países del occidente en los recursos naturales del resto del mundo (y no solamente de los países árabes o musulmanes), pero también que las guerras concretas como ahora en Irak, Siria, Malí, Yemen, … dependen de las infraestructuras militares y de los armas de guerra de los países del occidente. Es decir, la guerra de Libia dependió de los bases de Rota y Morón de la Frontera en Andalucía, y la guerra contra el Estado Islámico depende de una amplia infraestructura militar de Francia, Reino Unido, Estados Unidos y de otros países en Europa y en el Oriente Próximo.

Pero todo eso no seria suficiente para la guerra. Además de los intereses particulares (recursos, hegemonía) y de la infraestructura militar, cada guerra depende también de una justificación popular, de una construcción del «enemigo», del «otro». Nuestros gobiernos no nos hablan de una guerra por los recursos (sobre todo los hidrocarburos) del norte de África y Oriente Próximo, aunque seria mas honesto. A lo contrario, al menos desde el fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlin (1989) estamos testigos (y participantes) en la construcción del Islam como enemigo, de cualquiera persona musulmana como «el otro».

Europa tiene una población musulmana de 44 millones (6%) - la Unión Europea de 19 millones (~4%). En casi todos los países de Unión Europea esta parte de la población es la parte mas excluida, es decir, con menos acceso a educación, mas paro y pobreza, menos representación y participación en la sociedad y los medios de comunicación. La islamofobia creciente desde 1990, y sobre todo las leyes antiterroristas aprobadas en casi todos los países de la Unión Europea desde el 11 de septiembre de 2001 han aumentado el control y la represión policial de esa población ya excluida. Estadísticas oficiales muestran que la población musulmana del Reino Unido es desproporcionalmente víctima de actuaciones de la policía del país (“stop and search”), y los disturbios en los “banlieues” de Francia en octubre 2005 fueron un recuerdo de la discriminación sufrida por la población musulmana del país: “Los disturbios han puesto bajo el tapete las tensiones que existen entre las ricas ciudades y sus banlieues marginales, que albergan a inmigrantes del Magreb y África occidental que nunca se lograron integrar a la sociedad francesa, y se han transformado en los componentes de una subclase acostumbrada a la discriminación y a la falta de esperanzas” (The Guardian). Y la situación es muy similar en otros países y sus barrios con alta representación de inmigrantes musulmanes, como Bruselas Molenbeek.

La discriminación, exclusión y represión de la población musulmana en Europa – la construcción de esa población como «el otro» o el «enemigo interno» es una de las razones que contribuyen a un fundamentalismo islámico creciente en la Unión Europea que facilita el reclutamiento por el Estado Islámico, Al Quaeda u otros grupos yihadistas. Si ya se tratan como enemigo a un joven musulmán, no tiene que sorprender que ese joven se convierte en enemigo.

 

Mas bombas, mas exclusión, mas terrorismo

Me sorprende un poco que después del atentado de París desde los medios de comunicación casi no existe ninguna voz de cautela. Casi todos los editoriales – desde El País sobre la BBC hasta The Guardian – hablan de los atentados como un suceso que tiene que “despertar” a los países del occidente que ahora – por fin – tienen que reforzar sus esfuerzos militares en contra del Estado Islámico, y las medidas del control y de la seguridad interna y fronteriza de la Unión Europa. ¿Es tan difícil entender que con mas de los mismo – mas bombas, mas exclusión y represión, mas muertes – se van a cosechar mas de lo mismo, mas odio, mas terrorismo, mas muertes? Antes de los atentados incluso Tony Blair, el demagogico ex primer ministro británico que lideraba a su país a la guerra de Irak tuvo que reconocer que esa guerra era una de las raíces del Estado Islámico. Y ahora, con mas de los mismo – mas de una “medicina” sangrienta que ya ha mostrado que solamente produce resultados negativos – piensan pueden “solucionar” el problema que han creado?

Quizás este no debería sorprenderme, tomando en cuenta no solamente que “las elites políticos” (que incluyen a los editores principales de los medios principales) función según otra lógica, que tienen su propio marco de referencia, sino además sus intereses. Su “paz” no tiene mucho que ver con lo entendemos nosotrxs como paz – su “paz” depende del mantenimiento de su poder, del acceso a los recursos naturales, de los beneficios de las empresas multinacionales. Su “paz” significa una pacificación y crea algo mas parecido a la paz de un cementerio que a un mundo justo, sostenible, tolerante y alegre. Su “paz” va a destruir los valores que pretenden a defender: la democracia (o lo que queda de una democracia), nuestras libertades, los derechos humanos. La “paz” que pueden crear con mas bombas y mas represión seria un sociedad policial, en la que pocxs (europeos blancos de clase media alto) pueden disfrutar su vida debajo de una protección policial. El “resto” - la gran mayoría – se va a encontrar excluida, dentro de una cada vez mas fuerte represión policial. Y todo eso justificado por el terrorismo islámico.

 

¿Y hay alternativas?

Siempre hay alternativas. La declaración frecuente de lxs politicxs que “no hay alternativas” a un malo que nos quieren vender siempre es sospechoso. No obstante, no creo que existe una solución que puede acabar con la amenaza real de nuevos atentados terroristas al corto plazo. Pero tampoco la intensificación de la guerra puede lograrlo.

Cualquiera alternativa tiene que trabajar sobre al menos dos ejes:

1) acabar con la adicción de los países del occidente a los hidrocarburos y energías no-renovables, y de forma mas amplia crear una economía mas justa y sostenible, y

2) deshacer la construcción del Islam como «el otro» o el «enemigo interno», y acabar con la islamofobia.

Las dos tareas no son tareas fáciles, y las dos requieren tiempo. Pero no creo que la primera seria posible sin la segunda, y al revés. Al mismo tiempo: hay que empezar ahora.

 

1) Un mundo pos-hidrocarburos

Me parece obvio que la adicción – la dependencia – de las sociedades del occidente de los hidrocarburos es una causa principal de las guerras en el Oriente Próximo y el Norte de África, donde se encuentra gran parte de las reservas mundiales de hidrocarburos. No solamente ya hemos pasado el pico de petroleo – es decir, desde entonces la extracción de petroleo va a disminuir y va a ser cada vez mas costoso – además sabemos que por el impacto climático de los hidrocarburos seria suicida para la civilización humana utilizar las reservas conocidas.

Pasar desde una economía (y forma de vida) que depende de los hidrocarburos y de energía abundante y barato a otra economía que seria sostenible requiere cambios profundos tanto del sistema económico como de la forma de vida. Hablamos de una transición a un sistema pos-capitalista, mas centrada en lo local y basada en la cooperación y no la competición, en satisfacer las necesidades humanas y no en beneficios monetarios para pocos.

 

2) Acabar con la islamofobia

Tampoco seria fácil acabar con la islamofobia, y deshacer la construcción del Islam como enemigo. Y acabar con la islamofobia no significa aceptar todo del Islam, pero significa entender el Islam como tan diverso como el Cristianismo (que también tiene sus corrientes fundamentalistas que matan: el Ku Klux Klan, atentados a médicos que practican el aborto. Y también tiene sus problemas: el patriarcado, la homofobia) o cualquiera otra creencia religiosa. En este sentido, el problema nunca puede ser “el Islam”, como tampoco es “el Cristianismo”. No obstante, hay que luchar contra interpretaciones – de cualquiera creencia religiosa – que promueven el odio, la homofobia, el patriarcado, la intolerancia y la violencia.

Acabar con la islamofobia significaría entender el mundo y nuestras sociedades como sociedades con una multitud de creencias (incluido sin creencias religiosas), y acabar con una definición de nuestras sociedades como principalmente cristianas, que automáticamente no solamente produce una marginalización de la población musulmana, sino además de populaciones de otras creencias y de la población atea o agnóstica. Lo importante seria centrarnos en valores éticas compartidas – justicia, sostenibilidad, noviolencia, tolerancia, valorar a la diversidad, etc – y no en de donde vienen esas valores (los mismos valores pueden tener sus raíces tanto en varias creencias religiosas como en un humanismo no religioso).

Sobre todo, y urgentemente, acabar con la islamofobia significaría acabar con la exclusión y represión arbitraria de la población musulmana dentro de los países de la Unión Europea. Mientras una gran parte de los jóvenes musulmanes sigue sufriendo controles policiales y discriminación administrativa casi diaria, no sorprende que dan la espalda a la sociedad europea, a una sociedad que les excluye.

 

Conclusiones

Quizás los atentados de París pueden servir para despertarnos. Pero despertarnos no en el sentido de los editoriales de los medios de la comunicación, sino despertarnos a una realidad injusta, de una guerra real que vivimos desde décadas, principalmente cómodas en nuestros hogares europeos privilegiados. Siempre podemos elegir, siempre hay alternativas, y que camino tomamos como sociedad no solamente depende de nuestros “lideres” y gobiernos, sino mucho mas de nosotrxs.

El camino hacia la paz necesita cambios profundos, que nuestros políticos no van a iniciar. Podemos elegir entre un camino con mas violencia, mas terrorismo, y menos paz – un camino hacia un colapso por las consecuencias del cambio climático y del fin de recursos naturales baratos – o un camino hacia un mundo mas justo, mas sostenible, de una paz real. Tampoco seria un camino fácil, ni muy bien conocido, pero al menos seria un camino que podríamos construir y caminar juntxs y crear nuevas comunidades de solidaridad. Te apuntas?

Andreas Speck