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El movimiento español contra el cambio climático busca a sus rebeldes
Desafortunadamente, en el Estado español el movimiento contra el cambio climático es poco visible, lo cual no quiere decir que no exista. Existen, de hecho, varias alianzas de organizaciones sociales y ONG trabajando sobre el cambio climático, como es el caso de Alianza por el Clima, formada por más de 400 organizaciones que representan al movimiento ecologista, sindical, de cooperación al desarrollo, consumo, ciencia e investigación . Además, existen plataformas menos amplias, como por ejemplo la Coalición Clima, además de, a nivel local, una multitud de plataformas y coaliciones similares.
Cuando se pregunta a la ciudadanía del Estado español directamente sobre el cambio climático su nivel de conciencia supera a la media europea: un 87% muestra alarma o preocupación, siendo el quinto país con mayor inquietud tras Portugal, Grecia, Chipre y Malta. Además, según una encuesta publicada por el Banco Europeo de Inversión, el 70% cree que el cambio climático es una amenaza para la humanidad. Sin embargo, hasta ahora estos niveles de conciencia e inquietud social no se están traduciendo en una movilización social.
No obstante, dicha preocupación aparece solo cuando la población es preguntada directamente sobre el cambio climático. Sin embargo, cuando se le pregunta acerca de cuáles son los problemas más importantes, los datos son menos favorables, de modo que los problemas medioambientales están muy lejos de estar entre los más importantes para la ciudadanía. Según datos del CIS, solo un 0,4% de las personas entrevistadas mencionan el medio ambiente como preocupación, muy por detrás del paro (59,8%), de la corrupción (30,5%), de los políticos y partidos en general (27,8%), de la economía (21%) y muchos otros temas.
Con estos datos no es de extrañar que en el Estado español haya un movimiento poco visible en torno al cambio climático. Tampoco que el débil movimiento existente esté centrando sus esfuerzos en hacer lobby y actuar prioritariamente en ámbitos como la educación o la investigación, al contrario que ocurre en otros países, como en Inglaterra con las acampadas de acción por el clima, en Alemania con campañas como EndeGelände, o a nivel internacional con 350.org, donde el movimiento se ha caracterizado por acciones de desobediencia civil.
De modo que podemos afirmar que el movimiento sobre el cambio climático en el Estado español tiene muy poco recorrido y casi no tiene historia: le falta acción, actividad en la calle, protesta y, especialmente, desobediencia.
Los cuatro roles activistas
Para analizar un movimiento y plantear el desarrollo de estrategias adecuadas me parece interesante recurrir a modelos que ya han demostrado su utilidad. Un ejemplo es el Plan de Acción de Movimiento (PAM), una herramienta que nos ayuda a entender el avance de un movimiento social.
Desarrollada en los años 80 por Bill Moyer, dicho modelo describe ocho fases de los movimientos exitosos y diferencia cuatro roles entre las personas activistas. Según Bill Moyer, todos los roles tienen que estar presentes y funcionar eficientemente para que un movimiento tenga éxito. Además, cada uno de los roles puede ser desempeñado de una forma efectiva o inefectiva. Los cuatro roles son:
• Rebelde: Es el rol que mucha gente identifica con los movimientos sociales, con las acciones directas noviolentas y diciendo públicamente “no”. Las personas rebeldes introducen el problema en la agenda política. Este rol es importante, sobre todo, para el crecimiento de un movimiento y hacerlo visible.
• Reformista: Este rol es valorado, en muchas ocasiones, de manera negativa en los movimientos, pero son las únicas personas que demuestran el fracaso de los canales existentes e impulsan soluciones alternativas.
• Ciudadano: Asegura que el movimiento no pierda contacto con la gente a la que representa. Demuestra que el movimiento actúa en el centro de la sociedad y lo protege frente a la opresión.
• Agente de cambio: Cuarto rol y, en cierto modo, el rol clave en todo movimiento, pues promueve la educación y convence a la mayoría de la sociedad, organiza las redes de base e impulsa estrategias a largo plazo.
Si aplicamos este modelo de cuatro roles al movimiento sobre el cambio climático en el Estado español nos damos cuenta de que existe una ausencia casi por completa del rol rebelde. El movimiento está conformado principalmente por ONG y alianzas de ONG en el rol reformista, quizás algunas personas y entidades están en el rol de agente de cambio (aunque también en una pequeña cantidad) y, a nivel local, podemos encontrar muchas personas de manera independiente, muchas ciudadanas.
Brevemente, las ocho fases de un movimiento social son:
• Fase 1: El problema subyace bajo un ambiente de normalidad. El objetivo principal de los grupos que componen el movimiento es conseguir que la gente empiece a darse cuenta de que existe un problema.
• Fase 2: Se muestra el fracaso de los canales establecidos. Mediante audiencias, procedimientos legales, participación en procedimientos administrativos... El movimiento tiene que demostrar que estas instituciones no actúan en nombre de la población para solucionar el problema y que es la propia gente quien tendrá que actuar por sí misma.
• Fase 3: Se dan las condiciones de maduración. La gente empieza a escuchar y a formar nuevos grupos, a realizar pequeñas acciones de desobediencia civil y comienza a dramatizar el problema, de modo que los detentadores del poder se irritan un poco, pero todo sigue más o menos como siempre.
• Fase 4: Se produce el despegue. Un suceso desencadenante, que puede estar organizado por el movimiento o algo hecho por los detentadores del poder, conduce a manifestaciones masivas, fuertes campañas de desobediencia civil y una extensa cobertura mediática.
• Fase 5: Hay una percepción de fracaso por parte de una gran cantidad de activistas. Esta percepción se intensifica debido a la menor participación en las actividades del movimiento y la cobertura negativa de los medios.
• Fase 6: Al mismo tiempo, el movimiento está ganándose a la mayoría social. Hasta ese momento, el movimiento se ha centrado en la protesta, ahora es importante ofrecer propuestas de solución. La mayoría de la sociedad está de acuerdo en que es necesario un cambio, pero que se haya logrado una opinión pública favorable no quiere decir que el cambio se producirá en la dirección deseada. Ahora es importante ganar la lucha en relación con cuál es el tipo de cambio que habrá que realizarse.
• Fase 7: El éxito es un proceso largo y a menudo difícil de reconocer. La labor del movimiento no es solo conseguir que sus reivindicaciones se cumplan, sino lograr un cambio de paradigma, una nueva manera de pensar.
• Fase 8: Después de que el movimiento gane, ya sea mediante una lucha de confrontación o por el debilitamiento a largo plazo de los detentadores de poder, tiene que conseguir que se implemente su éxito. Ahora la tarea del movimiento es la consolidar el éxito y pasar a nuevas luchas.
La falta de activistas rebeldes significa que el movimiento nunca llegará a la fase de despegue y que seguirá atascado en el inicio de la fase de maduración del movimiento. La ausencia total de este rol es una de las razones claves por las que el movimiento por el cambio climático en el Estado español no consigue aumentar la percepción de emergencia climática actual y se muestra incapaz, hasta el momento, de traducir esta alta concienciación en una movilización social potente.
De alguna manera, los roles presentes en el movimiento sobre el cambio climático español serían más propios de la composición de un movimiento que ya hubiera logrado convencer a la mayoría de la gente o hubiera tenido éxito. Algo que está muy lejos de la realidad, pues aunque el movimiento cuenta con una alta concienciación de la ciudadanía sobre el problema del clima, no hay ni ha habido una movilización ciudadana potente capaz de presionar al gobierno de turno. De hecho, podemos afirmar que el movimiento nunca ha despegado, de igual manera que tampoco ha convencido realmente a la mayoría de la necesidad de hacer cambios profundos en muchos ámbitos de las políticas económicas, energéticas, agrícolas o de movilidad, por mencionar algunos de ellos.
¡Organicemos la rebeldía!
Según una encuesta realizada por Greenpeace en 2017, el “35,1% y el 28,4% considera a la comunidad internacional y al Gobierno central, respectivamente, como los principales responsables para actuar frente al cambio climático”. Sin embargo, en respuesta a la pregunta de en quién se confía más para atajar el cambio climático transformando el modelo energético, “solo un 11,1% se decantaba por el Gobierno y un 9,4% por las empresas, mientras que la Comisión Europea llegaba al 21%”.
Es decir, siguiendo el modelo del Pan de Acción de Movimiento, parece bastante probado que las instituciones no hacen lo que deberían hacer y están fracasando por completo a la hora de enfrentar la grave crisis ecológica y emergencia climática. Si queremos que el movimiento avance hacia su maduración y, en el momento oportuno, despegue, sería importante romper el silencio y conseguir una rebelión noviolenta y estratégica.
Parece que las condiciones en el Estado español no son muy favorables para lograr a corto plazo una rebelión contra la extinción, ya que, como he argumentado, el movimiento sobre el cambio climático tiene pocos o ningún antecedente de acciones masivas de desobediencia civil. Nos toca, por tanto, empezar por lo más pequeño, construir las bases y conseguir la experiencia que más tarde nos permita organizar acciones masivas.
No obstante, creo es es importantísimo empezar a formar los primeros grupos de acción de desobediencia civil que de forma coordinada se lancen a la acción y así hacer visible el movimiento y aumentar la importancia del problema. Según el Plan de Acción de Movimiento, “desde los nuevos grupos se organizan nuevas acciones noviolentas, incluso pequeñas campañas de desobediencia civil que dramatizan el problema y lo ponen en la agenda social. Estas acciones y campañas también sirven para obtener experiencias significativas sobre la construcción del grupo, resultan una fantástica piedra de toque en la que los nuevos grupos y las redes en las que han establecido alianzas se visibilicen y se empiecen a percibir como empoderadas”.
Para ello, los objetivos principales ahora son crear y reconocer una serie de condiciones maduras para el despegue de un nuevo movimiento y crear e inspirar a nuevos grupos y redes, preparándolos para el despegue de un nuevo movimiento a través de formaciones en noviolencia, liderazgo y organización.
Y las trampas principales a evitar son que las organizaciones profesionales —las ONG— tomen el liderazgo del movimiento, sofocando la creatividad, la independencia y la espontaneidad de los nuevos grupos del movimiento, y que aparezca un sentimiento de desesperanza y de falta del poder ante la carencia de una visión estratégica.
No podemos permitirnos no hacer nada. No podemos permitirnos seguir esperando. ¿A qué y a quiénes estamos esperando? Organicemos la rebelión contra la extinción.
Desafortunadamente, el Plan de Acción de Movimiento todavía no se ha publicado en castellano (en el futuro próximo un manual de La Transicionera lo incluirá). Quien lo quiera consultar en inglés puede hacerlo en: Bill Moyer, JoAnn McAllister, Mary Lou Finley & Steve Soifer: Doing Democracy. The MAP Model for Organizing Social Movements , New Society Publishers 2001. Resumen breve en español: Andreas Speck: El Plan de Acción de Movimiento, Internacional de Resistentes a la Guerra, Manual Campañas Noviolentas, 2a edición
Publicado en: El Salto, La Plaza, 4 de diciembre de 2018, https://www.elsaltodiario.com/laplaza/movimiento-espanol-cambio-climatico-rebeldes
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