Coronavirus y Trauma III
A finales de mayo, cuando escribí sobre mi trauma complejo, escribí sobre las síntomas del trauma complejo, y que “puedo identificar todos menos uno en mí”: “El único que no puedo identificar (todavía) es la vergüenza tóxica, todos los demás están claramente ahí, en diferentes grados.”
Ayer leí en el libro de Staci K. Haines The Politics of Trauma. Somatics, Healing and Social Justice (La política del trauma. Somática, sanación y justicia social. No existe una traducción al español) sobre la vergüenza. Staci escribe:
“La vergüenza es el sentido generalizado de que estamos equivocades, males, manchades, estúpides, que es todo culpa nuestra. Es un profundo y a menudo oculto sentimiento de que algo está muy mal en nosotres. La vergüenza es la sensación generalizada de que somos males, no de que hemos hecho algo malo.
La vergüenza es, tristemente, un impacto normal y predecible del trauma y la opresión. Debido a que algo integro ha sido desgarrado, algo que conoce la entereza ha sido dañado y destrozado, nos quedamos con la vergüenza. Esta violación puede deberse a experiencias directas de violencia física o sexual, abuso verbal y negligencia, o debido a los mensajes sociales negativos más generalizados de no pertenencia o inutilidad que se dirigen a los pueblos oprimidos. Esta violación también puede venir de la mano de un trauma histórico y de la violencia estatal. La vergüenza está presente debido a la ruptura de nuestra integridad y valía innatas, desde lo más íntimo hasta lo sistémico.
(…)
El impulso dentro de la vergüenza es esconderse, desconectarse y asegurarse de que nadie descubra quiénes somos "realmente". Puede atraer nuestra atención hacia nosotres mismes, preocupándonos y juzgando, en lugar de ser capaces de estar realmente presentes con les demás. A menudo parece que si se ve la vergüenza, todo se perderá. Si se nos ve en lo que es tan terrible de nosotres, tememos que se nos eche de la pertenencia, o incluso de la posibilidad de pertenecer, para siempre. Esta es una experiencia muy difícil y un conjunto de emociones y contracciones. La vergüenza tiende a impulsar muchas conductas que no afirman la vida cuando no se aborda.
(…)
Como otras formas de supervivencia, la vergüenza tiene un papel protector: nos cuida escondiendo lo que es demasiado abrumador para afrontarlo, y dándonos un sentido de agencia en un contexto en el que la agencia nos puede haber sido arrebatada. La vergüenza se encarga de la impotencia. (…)”
Al leer esto sentí una fuerte sensación en el estomago. No fue exactamente una contracción, fue más una tensión. Y lo siento ahora a escribir esto texto también. Esto me hace reflexionar sobre la vergüenza, y cuestionar lo que escribí hace unos meses. Como dice Staci, puede ser un sentimiento oculto, que hace difícil identificar a la vergüenza resultante de un trauma. Pero la fuerte sensación corporal me hace pensar/sentir que aquí hay algo que quiere ser atendido.
Últimamente, me quedo bloqueade emocionalmente. Un tiempo pensaba que estaba mejor. Entraban en vigor todavía más restricciones en Andalucía, y al inicio pensaba que estaba mejor preparade para estas nuevas restricciones. Luego me di cuenta que me costaba escribir sobre mis emociones en mi cuaderno, que me costaba sentirme. Noté algunos señales que me indicaban que no estaba bien: mantenerme ocupade, consumir más, beber más, la espalda tensa, y esto de no saber como estaba. Sentía presión en el pecho, y cuando me tomaba el tiempo para centrarme en mi cuerpo también cierto dolor en el estomago. Quedando con estas sensaciones también tenia ganas de llorar – pero no fui capaz de llorar. Me quedé bloqueade emocionalmente. Se ha activado mi patrón de supervivencia de mi infancia y adolescencia, y aunque me doy cuenta de que se ha activado, no es tan sencilla de salir del patrón, de desbloquearme, de volver a sentirme.
Y ahora, leyendo sobre la vergüenza y el trauma, tengo esta fuerte sensación en el estomago, una tensión, no como el dolor que siento cuando intento quedarme con el bloqueo emocional. Pero me vienen las mismas ganas de llorar, sin poder llorar, sin que me vienen las lágrimas.
Hace unos días encontré un poema de Ijeoma Umebinyuo:
La sanación viene en oleadas
y tal vez hoy
la ola golpea las rocas
y eso está bien,
Está bien, cariño.
todavía estás sanando
todavía estás sanando.
(Ijeoma Umebinyuo, Preguntas para Ada)
Creo que ahora estoy golpeando las rocas. Me quedo con el bloqueo, y me quedo con la sensación de una vergüenza muy oculta, que todavía me cuesta nombrar. ¿Qué me hace sentir vergüenza, esta vergüenza toxica de la que habla Meg-John Barker? Meg-John dice: “He notado que, al pasar de las estrategias de supervivencia que implican complacer a la gente y mantenerse ocupade, a tratar de mantener mis límites y estar presente conmigue misme, la vergüenza ha surgido a lo grande.” Todavía no puedo decir que ha surgido a lo grande, pero parece que esta empezando a surgir.
Meg-John hace un resumen de un libro de Pat DeYoung, Understanding and Treating Chronic Shame (Comprensión y tratamiento de la vergüenza crónica. No existe una traducción al español). Meg-John dice:
“Pat ubica la mayoría de las luchas de salud mental en las estrategias que usamos para repeler y evitar más daño - y vergüenza - después de experimentar un trauma relacional cuando niñes. Estas luchas incluyen depresión, ansiedad, dificultades en las relaciones y adicciones adormecedoras que "llenan" necesidades más profundas no satisfechas o ofrecen algún sentido de regulación emocional.
Cuando surge algo que está más allá de estas tácticas, probablemente experimentamos la vergüenza como una fragmentación o desintegración total de nosotres mismes. Se siente como si nos estuviéramos desmoronando totalmente, y estamos completamente desesperades por cualquier cosa para deshacernos de ello. La vergüenza está relacionada con el autodesprecio, con la emoción de la repugnancia dirigida a nosotres mismes, y con tener una crítica interna viciosa y ruidosa, pero es fundamentalmente no verbal y visceral: lo que Silvan Tomkins llama una "enfermedad del alma".”
Me parece muy interesante la perspectiva relacional de la vergüenza:
“Pat insiste en que la vergüenza en todas sus formas es relacional. Se forja en las relaciones - las otras desregulaciones mencionadas en la definición anterior. Generalmente se desencadena en situaciones relacionales, como ser culpade o avergonzade por otres. Y necesita la conexión con otres para ser abordada.
Este punto es vital para mantenerlo: mientras que la vergüenza se siente como si ocurriera en nuestro propio ser porque somos males, realmente ocurre en relación con otres - pasado y presente - y necesita ser abordada en la relación también.”
La vergüenza crónica “viene del impacto de "otres desreguladores". ¿Qué significa desregulación? Como niñes, necesitamos que nuestros sentimientos sean regulados por las personas cercanas a nosotres para aprender a regularlos nosotres mismes. Esto significa que necesitamos que les que nos rodean estén en sintonía con nuestros sentimientos, que los capten, que nos ayuden a retenerlos, a tolerarlos y a comprenderlos. Si no experimentamos esto, nuestras emociones terminarán sintiéndose abrumadoras y aterradoras, y nos fragmentaremos o desmoronaremos ante ellas.”
Meg-John señala tres frases de Pat:
“Las personas que luchan con la vergüenza crónica por lo general informan que las emociones se apagaron o estuvieron fuera de control en su familia.”
“También faltaba aceptación; el sistema familiar no creaba un espacio donde le niñe pudiera confiar en una bienvenida incondicional para su ser único, incluyendo sus deseos, sentimientos y fracasos.”
“Une niñe debe tener al menos une cuidadore que sea capaz de responder de forma sintonizada y coherente a lo que siente le niñe. Si esto falta en gran medida, le niñe traducirá la angustia del desajuste en un sentimiento como, "No puedo hacer que ocurra lo que necesito... así que hay algo malo en mí".”
Esto explica muy bien lo que vivía en mi infancia y adolescencia. Las emociones no fueron muy presentes en mi familia, salvo cuando mi madre se desbordaba y nos pegaba cuando todavía era muy pequeñe. Y no hubo aceptación de mi, de mis deseos, y no hubo ni mi madre ni mi padre cumpliendo el rol de una persona cuidadora capaz de responder a mis emociones.
También puedo conectar muy bien con esto:
“Las personas que luchan con la vergüenza crónica están profundamente solas, y tienen problemas con el amor. Sobre todo tienen problemas para creer que alguien les ama de verdad. Pero normalmente siguen intentando amar y ser amades. Algo les dice que lo que necesitan desesperadamente está escondido en el "amor". Tienen mucha razón en eso, incluso cuando lo hacen todo mal, escondiendo su anhelo detrás de la actuación... Por un lado, esta es la verdad: lo que han perdido y siguen perdiendo es la conexión genuina con alguien que entiende y acepta quiénes son y qué sienten. Por otro lado, puede ser una iniciativa muy peligrosa tratar de conseguir esa conexión mientras se sienten tan vulnerables a la exposición, tan sensibles a los leves, tan dañades y defectuoses, o tan extraordinariamente incomprendides y enfadades.”
¿Qué hago con todo esto?
Todavía no lo sé. Pero creo que la vergüenza es la roca a la que estoy golpeando en mi proceso de sanación de mi trauma. Pensar en trabajar la vergüenza ya me causa ansiedad de nuevo, me da miedo. Y el confinamiento, las restricciones de contactos sociales, hacen más difícil trabajar la vergüenza con otras personas. Tanto Meg-John como Staci K. Haines hablan de la necesidad de trabajar la vergüenza con otras personas, y no solo con una terapeuta.
También me doy cuenta de que la vergüenza vive en mi cuerpo. Como dice Bessel van der Kolk en El cuerpo lleva la cuenta, el trauma es una experiencia corporeizada. Otra vez Meg-John:
“El gran mensaje de la comprensión neurobiológica de la vergüenza es que todo está sucediendo en las partes relacionales/emocionales no verbales del cuerpo/cerebro/mente, pero que generalmente tendemos a tratarla en las partes más verbales, racionales y analíticas.
Esta comprensión tiene sentido porque nuestra experiencia emocional no ha sido satisfecha, reconocida o regulada al crecer. Tenemos poca experiencia de una buena conexión emocional no verbal de cuerpo a cuerpo. Por lo tanto, nuestro cerebro racional ha tenido que hacer todo el trabajo de tratar con experiencias emocionales aterradoras.“
“Si nos encontramos con cuidadores que no están regulades - o son reactives - y que no pueden regularnos, entonces nuestro propio sistema nervioso pasará a una hiperactiva que gasta energía (lucha o huida), y luego a una hipoactiva que conserva energía (congelación o disociación). Si las interacciones desreguladoras ocurren frecuentemente, nuestro hábito de autoprotección se disociará de la conexión emocional y el desarrollo emocional de nuestro cerebro se verá afectado.”
Ahora estoy en otro episodio de la autoprotección a traves de la disociación de la conexión emocional – lo que mi cuerpo y mi cerebro saben hacer, lo que han aprendido e internalizado. Cómo salir de esto todavía no sé. Me estoy dando cuenta, y esto es el primer paso. Por ahora, me quedo golpeando las rocas.
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