Confinamiento y trauma
Una semana de confinamiento: enfado, altibajos, y retraumatización
Ya llevamos una semana de confinamiento, y hoy nuestro gobierno ha anunciado la prorrogación del Estado de Alerta por otros 15 días mas, hasta el 11 de abril. Es probable que luego llegan otros 15 días.
Al inicio del Estado de Alerta mi reacción fue principalmente un enfado. Enfado por la militarización de la vida (militares en las calles), enfado por unas normas que no toman en cuenta la realidad y las necesidades emocionales de personas no heteronormativa (o incluso de personas heterosexuales que no viven en pareja): muches de nosotres no vivimos en pareja y tenemos redes afectivos diversos. Aunque entiendo perfectamente la necesidad del distanciamiento social, para nosotres es más duro.
Inicialmente intenté mantener los más posible la normalidad: ir a mi trabajo (aunque no había nadie más), hacer las compras de la manera más normal posible, y quedarme en casa principalmente. Aunque no comparto que no podemos hacer una paseo soles, y realmente lo necesito cuando tengo un bajón, lo necesito para calmarme y recuperarme. No es que saldría para el puro disfrute de un paseo, sino por mi salud mental.
Desafortunadamente, esto de la normalidad no funcionó. El miércoles tuve que abandonar mi trabajo, incapaz de concentrarme en nada. Por esto el jueves me organice para comer con una amiga. Fue maravilloso, tener unas horas de normalidad (aunque ilegal), y me ayudó, al menos temporalmente. No obstante, por la tarde del jueves vino otro bajón: tuvimos una vídeollamada entre amigues, pero tuve que abandonarla pronto como el hecho de hacerla por vídeo y no presencial me tiro todavía mas hacia abajo. El viernes por la mañana ya estuve fatal. Tuve que llorar un buen rato, sin realmente entender por que. ¿Dolor? ¿Tristeza? Sentí que era más dolor, pero ¿de que origen? Hice un paseo por cuatro farmacias para conseguir mi tratamiento hormonal (desde diciembre una gran parte de las hormonas (estrógenos) están en falta en todo el Estado español, y ya tuve que cambiar el medicamento, y de nuevo tuve problemas en conseguirlo), y también me sirvió para calmarme, y pase el resto del día en casa, incapaz de hacer nada.
El sábado me sentí mejor, al menos capaz de leer, aunque de poco más. También pase un buen rato haciendo una pizza vegana y otra comida más. Por la tarde tuve unas llamadas (simples llamadas por móvil, nada de vídeo) con unes amigues, y me sentí bastante tranquile.
Hoy, domingo, tuve otro bajón potente al inicio de la mañana. Pensando en la asamblea (virtual) de mi grupo de justicia climática empecé a llorar. No pude soportar ver a mis compañeres y amigues solo en la pantalla, cuando normalmente nos abrazamos cuando nos vemos. Entiendo perfectamente que no puede ser, pero no pude soportar la idea de la asamblea virtual.
Salí de la casa hacia el río, todavía llorando a vez y cuando. Por suerte, no hubo policía. No estaba en condiciones de una respuesta amable, no de mentir y pretender otra necesidad que no fuera mi salud mental, y la necesidad de sentar al lado del río para llorar y calmarme. Probablemente me quede sentade al menos media hora, poco a poco calmándome (muy poco). El resto del día pase en casa sin hacer nada. Incapaz de leer o de hacer cualquier cosa. Escuche a musica. Me tome un baño. Me estuve aburriendo. Estuve y estoy emocionalmente poco equilibrade, demasiado removide. Tristeza. Aislamiento. Enfado. Dolor. Me cuesta identificar la cacofonía de mis emociones, y todavía más de donde vienen.
Estoy pensando en mi infancia y adolescencia, y sobre el trauma que llevo conmigo de esta parte de mi vida. La sensación de aislamiento, la falta de cariño, de contacto físico (con la excepción de mi madre, de la que no pude tolerar ningún contacto físico. La odiaba y la sigo odiando). Entiendo ya que rápidamente entro en el patrón del miedo al abandono, al ser abandonade (lo vive fuertemente la ultima navidad), pero esta vez no es esto. Entiendo que nadie me esta abandonando, que son las circunstancias.
Al otro lado, normalmente llevo bien estar sole, si lo he elegido. Es obvio que ahora yo no he elegido quedarme en casa, aunque también esto ha cambiado: como una de mis compañeras de piso tiene síntomas del COVID-19, tiene que auto aislarse en su habitación. Con esto también cambia mi valoración de los riesgos, es decir, como la probabilidad de contagiarme ahora es elevada, lo también es la probabilidad que yo podría contagiar a otra persona, algo que no quiero. Con esto acepto que por ahora no puedo ver a otra persona, desafortunadamente (pero no voy a renunciar a un paseo cuando lo necesito).
Todavía se queda un agujero negro muy grande de mi trauma, y no se si la fuente del dolor esta en este agujero negro. Aunque me sentí aislade de otras personas muchas veces, sobre todo durante mi infancia y adolescencia, no se si realmente es esto. Obviamente, siento el aislamiento, el distanciamiento social. Siento la falta del contacto físico, la falta de abrazos, abrazos fuertes (y tuve que aprender al primero tolerar y más tarde disfrutar de los abrazos). Creo que algo tiene que ver mi estado emocional con la falta de abrazos, pero al mismo tiempo dudo que esto es todo. Hay algo detrás que es más fuerte.
Hay un patrón que tengo que cambiar. Pero para cambiarlo tengo que identificarlo. Algunes amigues me recomendaron ver también lo positivo del confinamiento: menos contaminación, las emisiones de CO2 están bajando, animales están volviendo a lugares antes ocupados por nosotres, los animales humanos. Ya con mi mente me cuesta ver lo positivo – me derivo rápidamente a lo negativo: la probable aplicación de la doctrina de schock cuando acaba el confinamiento, la “necesidad” de una recuperación económica en términos capitalistas (crecimiento), una desmovilización social, más pobreza, más racismo, más autoritarismo. Al nivel de cabeza ya predomina la desesperanza, y en cualquier caso los aspectos positivos no llegan al nivel emocional.
Siento desesperación. Una desesperación profunda. ¿Quizás esta desesperación tiene algo que ver con la desesperación de mi infancia y adolescencia, cuando no tuve ninguna esperanza y simplemente intente sobrevivir? Sobrevivir en el contexto de una familia toxica, incapaz de verme, de entenderme, de responder a mis necesidades emocionales, y en vez de esto amenazándome con el abandono. Unos “amigos” que se convirtieron en mis peores “bullies” cuando estuvimos en grupo, bullying por no cumplir las normas masculinas. Durante muchos años no vi ninguna salida, y simplemente estuve sobreviviendo, sin esperanza, e intentando no sentir nada. Sobreviví, pero fuertemente traumatizade.
Con el confinamiento, la cancelación de movilizaciones importantes por la justicia climática, mi propio aislamiento, vuelve la desesperación. Una desesperación profunda. Y desesperación todavía mas profunda, como no veo opciones de acción. Y mi pronostico para después es todavía peor. Me falta la fuerza para mantenerme, y no se que hacer. Me estoy volviendo loque.
No se si todo esto hace sentido. No entiendo a mi misme, mas allá de la desesperación.
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