¿Cayendo?
¿Estoy cayendo de nuevo, esta vez en el abismo de mi infancia? En los últimos días sentía que estaba soportando mis emociones relacionadas con la situación actual, con el trauma de mi adolescencia. Con altibajos, sí, pero no me sentía demasiado baje, ni tuve que llorar demasiado. Estaba manejando un nivel de ansiedad soportable.
Y ahora no sé. La noche del lunes al martes, al masturbarme, me vino de nuevo la imagen de un niño (¿yo?) chupando una polla. Conseguí apartarlo, imaginarme cosas más agradables, pollas más agradables. La imagen se quedó demasiado nublada para reconocer a la otra persona, y tampoco vi más que su cuerpo. No tuve imágenes similares desde mi colapso hace ya casi cuatro años. Y como toda mi infancia es un agujero negro, sin recuerdos algunos hasta las 8 o 10 años, no tengo ni idea que pasó en estos primeros años de mi infancia. Me recuerdo que siempre he rechazado (odiado) a mi madre. Hace cuatro años, la pregunta que estaba ocupando todo era sobre si o no sufría abuso sexual en mi infancia. Cómo no tengo recuerdos, me quedé al final con un “No lo sé, probablemente no”. En cualquier caso, pasó lo que pasó, lo he sobrevivido.
Pero ahora ha vuelto esta pregunta. Después de la noche del lunes, el martes me ocupó bastante la misma pregunta, aunque sin que me causó una subida de ansiedad insoportable. Quizás por primera vez la persona que me vino fue mi abuelo paterno, y se quedó. No es que tengo un recuerdo concreto. Realmente, no lo sé. Pero ahora, pensando en mi abuelo paterna, entro en ansiedad. No tengo muchos recuerdos de el. Su odio a la iglesia (“estos criminales negros”), su crueldad con su pareja, mi abuela, dándole solo la mitad de la medicación prescrita por el médico, como el pensaba que era demasiado (no tenia ninguna formación médica, más allá de haber trabajado en un hospital militar durante la Segunda Guerra Mundial, no sé en que país ocupado por Alemania). Poco más.
No obstante, ayer no pensé mucho en esto, solo al final del día, a escribir algo en mi diario, me recordé de esto. Pero esta mañana, a masturbarme otra vez, me vino la misma imagen, y esta vez no conseguí apartarlo. ¡Mierda!
Luego volví a dormir, y tuve un sueño. Fui andando con mi bicicleta hacia la playa, pasando por una duna de arena. Al empezar a bajar me di cuenta, demasiado tarde, qué mucha arena desapareció, y qué ahora fue demasiado empinado para bajar. Se cayó mi bicicleta. Me quedé al borde del abismo, intentando no caer, incapaz de subir. Me desperté de nuevo, con mucho miedo.
Y es como me siento ahora. Con miedo a caer en el abismo que es mi infancia. Mirando hacia este abismo, incapaz de subir, de salir.
De una manera me digo que realmente da igual. ¿Qué diferencia hay entre decirme en respuesta a mi pregunta “No lo sé, probablemente no” y “No lo sé, probablemente sí”? Lo he sobrevivido. Estoy aquí ahora, ya no soy este niño. Mi abuelo murió hace ya muchos años (no fui a su entierro). Pero no es tan sencillo. Estoy aquí, mirando a este abismo, este agujero negro, esta caja de pandora que es mi infancia, preguntándome ¿Qué más hay dentro? ¿Ya he sacado tanta mierda en los últimos años, y todavía se queda más? ¡No puede ser!
Me quedo con la imagen de mi madre cuando me duchaba, ya en pre-adolescencia, entrando en la ducha, abriendo la cortina y mirándome, preguntándome si había lavado bien las partes de abajo. ¿Me tocaba? No lo sé, pero me quedo con la sensación de vergüenza, de impotencia. Me sentía violado, daba igual si me tocaba o no. Luego, siempre cuando mi madre intentaba acariciarme mi rechazo violento. No era capaz de tolerar ningún contacto físico de ella.
Me quedo con la soledad. La impotencia. El miedo al abandono. El incumplimiento de mis necesidades emocionales. No sentirme entendide, no sentirme viste.
¡Mierda! No quiero caer ahora en este abismo. Tengo ya lo suficiente con el confinamiento, el trauma de mi adolescencia. No sé como evitar la caída. No sé como subir para no caer. No sé que hacer.
Al mismo tiempo, me siento extrañamente tranquile, por ahora. La ansiedad esta aquí, justo debajo de la piel. La siento en el pecho. Pero todavía no he caído.
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