Supervivientes trans*: contemos nuestra historia
He sido víctima de abuso sexual en mi infancia, de maltrato y de ‘bullying’. Me siento vulnerable y también resiliente, y por eso quiero contar mi historia.
"Deberíamos contar nuestras historias, tan alto como podamos y tan a menudo como podamos. […] Deberíamos reclamar el espacio que nadie nos va a conceder, para nuestra rabia y nuestro poder. La curación del abuso sexual infantil como individuos requiere una curación colectiva, requiere el fin del capitalismo, de la supremacía blanca, del heteropatriarcado, requiere movimientos radicales liderados por supervivientes. La autodeterminación y la justicia transformadora crecen cada vez que desafiamos a un mundo que quiere contar nuestras historias en lugar de nosotres."
Caroline Picker
En este artículo quiero contar mi historia, y ponerla en un contexto social y político, como reclama Caroline Picker en su contribución al libro Queering Sexual Violence. Pero, antes de empezar, unos avisos de contenido: hablaré de maltrato infantil, de abuso sexual, ideación suicida, de bullying, porque forman parte de mi historia. Te invito a cuidarte, a observarte y escucharte mientras estás leyendo este artículo. Si te remueve demasiado, quizás déjalo un tiempo y dedícate a tus emociones. ¿Qué se remueve? ¿Qué te dicen? También puedes leer el artículo acompañade por una persona de confianza. Sobre todo: ¡cuídate! Esta sociedad ya nos hace demasiado daño. No hace falta que nos hagamos daño nosotres mismes.
Soy una persona trans* no-binaria. Soy une superviviente de abuso sexual en mi infancia, y de maltrato infantil en forma de negligencia y abandono emocional por parte de mis padres. También sufrí bullying desde la primaria hasta la secundaria. Sigo luchando con estrés postraumático complejo, aunque he aprendido a vivir con mis traumas: vivir, y no solo sobrevivir. Me siento vulnerable, pero al mismo tiempo fuerte, resiliente, y por esto quiero contar mi historia.
Hace unas semanas leí un poema de Angie River, “To My Little Gender Bender”, también en el libro Queering Sexual Violence,. Un poema de amor de una madre a su hije no conforme con su género, su hije gender bender de seis años. Lloré, lloré durante dos horas. El poema me conectaba con mi propia historia, con la falta de amor, pero también me hizo reescribir —otra vez más— la historia de mi género. Es difícil escribir tu propia historia cuando lo único que tienes son tus emociones, lo que te dice tu cuerpo, y ningún recuerdo. Mi infancia y adolescencia más bien están marcadas por lagunas de memoria, la ausencia de recuerdos. No tengo absolutamente ningún recuerdo de los primeros diez años de mi vida, y bien pocos de los siguientes diez. Pero mi cuerpo recuerda en forma de emociones, flashbacks emocionales.
Lo que me pasó al leer el poema fue uno de estos flashbacks emocionales. Antes pensaba que de niñe —¿o niña?— ocultaba quién era por miedo, que hacia fuera intentaba ser niño. El poema me hizo replantearme esto, y ahora pienso que en la realidad eso no funcionaba, que mi no conformidad con mi género era obvia y, al menos durante cierto tiempo en mi infancia, un conflicto abierto con mis padres, quizás sobre todo con mi padre. Realmente sé —siento— que nunca encajé con la masculinidad, pero antes interpretaba que solo era un pensamiento, un sentimiento interno, y no tan obvio externamente. Ahora pienso que no, que sí era obvio.
Ser trans y no binarie, un trauma complejo
Trauma complejo. Casi todas las personas no binarias que conozco más de cerca luchamos con nuestro trauma complejo. Pete Walker, un psicólogo que ha luchado también con su propio trauma complejo, dice: “Nuestros esfuerzos de recuperación se ven obstaculizados hasta que comprendemos cuánto de nuestro sufrimiento se constata en torno al abandono emocional temprano en torno al gran vacío que surge de la falta de interés y compromiso amoroso de los padres, y en torno a la angustiosa experiencia de ser pequeñe e impotente mientras creces en un mundo en el que no hay nadie que te apoye”.
Según Pete Walker, el tema central es el abandono emocional. Antes de llegar a aceptar también los abusos sexuales como parte de mi infancia, mi psicóloga me comentó en algún momento que no hace falta el abuso sexual para experimentar mis síntomas, que ya había sufrido suficientes negligencias. Pete Walker sigue: “El descuido emocional traumático se produce cuando une niñe no tiene une sole progenitore o cuidadore al que pueda acudir en momentos de necesidad o peligro, y cuando no tiene a nadie durante un período de tiempo prolongado que sea una fuente relativamente constante de consuelo y protección. Crecer emocionalmente desatendido es como casi morir de sed justo fuera de la fuente cercada de la bondad e interés de un progenitor. La negligencia emocional hace que les niñes se sientan inútiles, no querides y terriblemente vacíes, con un hambre que roe profundamente el centro de su ser, dejándoles hambrientes de calor humano y consuelo, un hambre que a menudo se transforma con el tiempo en un apetito insaciable de sustancias y/o procesos adictivos”.
Recuerdo que mi psicóloga, en una sesión, me preguntó cuándo me había sentido queride la primera vez, y no tenía respuesta. Mi mente se quedó en blanco...
¿Es casualidad que casi todas las personas no binarias de mi entorno tienen trauma complejo, aunque a ninguna de ellas las conozco de un contexto terapéutico? No lo creo. Hay algunas investigaciones que muestran que niñes que tienen un comportamiento no conforme con su género muchas veces tienen una peor relación con sus padres que niñes conformes con su género, tanto en la infancia como en la adolescencia temprana.
Un equipo finlandés dice en una de sus investigaciones: “Los comportamientos atípicos de género en la infancia podrían inducir respuestas negativas por parte de los padres debido, por ejemplo, a las actitudes tradicionales de los padres respecto a los comportamientos aceptables para niños y niñas. De hecho, varios estudios han descubierto que los padres responden negativamente a los comportamientos no conformistas con el género, especialmente cuando los niños tienen comportamientos femeninos”. El equipo llega a la conclusión de que “un modelo recíproco implica un bucle de retroalimentación fenotípica bidireccional como explicación causal de la asociación. El bucle podría reforzar tanto el comportamiento típico como el comportamiento atípico. (…) Un modelo recíproco también incluye la posibilidad de que para algunes participantes, el comportamiento atípico de género precediera a las relaciones parentales negativas, mientras que para otres, las relaciones parentales negativas precedieran al comportamiento atípico de género”.
Podemos hablar mucho de educación en igualdad, de superar los roles y estereotipos de género en la educación, pero las investigaciones pintan otra imagen. Y esta investigación, así como otras similares, ni siquiera hablan explícitamente de personas trans o no binarias. Es muy probable que con mayor no conformidad con el género, la relación con los padres empeore todavía más. No es difícil imaginarse cuán fácilmente se dan las condiciones para el trauma de desarrollo o trauma complejo.
Quizás no sorprenda, entonces, que en la investigación sobre la realidad de personas no binarias en España, un 12% de les participantes no tenía contacto con ningún miembro de su familia en el momento de rellenar el cuestionario, un 87% practicaba el cispassing en el ámbito familiar ocasionalmente y un 58% frecuentemente, ocultando así su identidad de género. Es poco probable que esto no tenga su origen ya en la infancia y adolescencia.
Un informe de Transgender Europe dice: “Más del 38% de todos los encuestados trans obtuvieron la puntuación más baja en la escala de transparencia, lo que sugiere que aproximadamente uno de cada tres encuestados trans no es abierte sobre su identidad de género. Esta situación se agrava en el caso de les jóvenes trans, ya que casi una de cada dos personas trans de entre 15 y 17 años no es abierta con nadie. Se ha demostrado que ocultar la identidad de género o la sexualidad es muy perjudicial para la autoestima, la autovaloración y la confianza de las personas, especialmente durante los años de formación”. Añadimos bullying, transfobia, y (sobre)vivir en sociedad cisnormativa. ¿Sorprende, entonces, que, según una investigación en el Reino Unido, 84% de adolescentes trans se ha autolesionado, 92% ha pensando en quitarse la vida, y 45% ha intentado suicidarse?
Conozco muy bien esta ideación suicida. Me ha acompañado toda mi vida, y pensaba que era algo “normal” (¿qué es normal?). Por lo general, consistía en hacer planes elaborados sobre como suicidarme, imposibles de llevar a cabo, pero cuando empecé a enfrentarme a mi trauma también tuve momentos de impulsos suicidas que realmente me dieron miedo. Fácilmente hubiera podido ser parte de ese 45% que ha intentado suicidarse.
Ser trans y no-binarie y abusos más allá de la negligencia
Aunque la negligencia emocional claramente es una forma de maltrato infantil, una forma de abuso, con esto no termina la historia. Amita Yalgin Swadhin escribe en su contribución al libro Queering Sexual Violence: “Sabemos que, independientemente de la orientación sexual, las personas que muestran un comportamiento de no conformidad de género —o genderqueer— en la infancia corren un riesgo mucho mayor de sufrir abusos sexuales.
Una nueva investigación ha demostrado que les niñes que muestran un comportamiento no conforme con el género —a través de la vestimenta, los gestos y/o los intereses— antes de los 11 años —se sabe que son aproximadamente una de cada diez niñes—, corren un mayor riesgo de sufrir abusos sexuales a los 17 años que sus compañeres conformes con el género. El riesgo de sufrir abusos sexuales es especialmente alarmante en el caso de los niños no conformes con su género, con tasas entre dos y seis veces superiores a las de los niños conformes con su género”. Hace referencia a una investigación publicada en la revista de la Academia Americana de Pediatría que da qué pensar.
El resumen de los resultados es ya revelador: “La exposición al abuso físico, psicológico y sexual en la infancia, y el probable TEPT fueron elevados en jóvenes en el decil superior de no conformidad con el género en la infancia en comparación con jóvenes por debajo de la media de no-conformidad. [...] La no conformidad de género predijo un mayor riesgo de TEPT probable a lo largo de la vida en jóvenes tras el ajuste por orientación sexual”. Les investigadores señalan que el maltrato infantil “aumenta el riesgo de trastorno de estrés postraumático (TEPT) directamente al desencadenar el TEPT e indirectamente al aumentar tanto la probabilidad de exposición a sucesos estresantes posteriores como el riesgo de desarrollar TEPT tras la exposición a un suceso estresante.
Por lo tanto, si les niñes no conformes con su género tienen un mayor riesgo de sufrir abusos, también pueden tener un mayor riesgo de desarrollar TEPT en comparación con les niñes conformes con su género. Obviamente, ya que muches de estes niñes tienen peores relaciones con sus padres, y no tienen siquiera a une sole cuidadore de confianza, condiciones ideales para el desarrollo del TEPT o TEPT complejo.
Aunque en todos estos estudios la no conformidad con el género se considera de forma bastante amplia, y no se limita a niñes, adolescentes o adultes trans* o no-binaries —de hecho, ni siquiera se mencionan en estos estudios—, encontré un estudio más específico: Disparities in Childhood Abuse Between Transgender and Cisgender Adolescents. Según esta investigación, adolescentes transgénero “podrían tener un riesgo elevado de sufrir abusos durante la infancia debido a las experiencias distintas de esta población con la identidad de género y la expresión de género a lo largo del desarrollo”. Les adolescentes transgénero “se ajustan menos a las expectativas sociales de expresión de género durante la infancia, incluso antes de su identificación con una identidad de género que difiere de su sexo asignado al nacer. Les niñes con una identidad de género no conforme tienen más probabilidades de sufrir abusos en comparación con sus compañeres con una identidad de género conforme”.
Les investigadores concluyen que adolescentes transgénero “son más propenses a reportar abuso psicológico, físico y sexual durante la infancia en comparación con les CGA (adolescentes cisgénero) heterosexuales. Nuestros hallazgos se alinean con los de estudios anteriores que encontraron altas tasas de abuso en la infancia entre las personas transgénero. Cada vez hay más pruebas de que les TGA sufren problemas de salud mental en mayor medida que los CGA, y es probable que el maltrato en la infancia contribuya a la aparición de problemas de salud mental entre les TGA”.
Aunque en todos estos estudios la no conformidad con el género se considera de forma bastante amplia, y no se limita a niñes, adolescentes o adultes trans* o no-binaries —de hecho, ni siquiera se mencionan en estos estudios—, encontré un estudio más específico: Disparities in Childhood Abuse Between Transgender and Cisgender Adolescents. Según esta investigación, adolescentes transgénero “podrían tener un riesgo elevado de sufrir abusos durante la infancia debido a las experiencias distintas de esta población con la identidad de género y la expresión de género a lo largo del desarrollo”. Les adolescentes transgénero “se ajustan menos a las expectativas sociales de expresión de género durante la infancia, incluso antes de su identificación con una identidad de género que difiere de su sexo asignado al nacer. Les niñes con una identidad de género no conforme tienen más probabilidades de sufrir abusos en comparación con sus compañeres con una identidad de género conforme”.
Les investigadores concluyen que adolescentes transgénero “son más propenses a reportar abuso psicológico, físico y sexual durante la infancia en comparación con les CGA (adolescentes cisgénero) heterosexuales. Nuestros hallazgos se alinean con los de estudios anteriores que encontraron altas tasas de abuso en la infancia entre las personas transgénero. Cada vez hay más pruebas de que les TGA sufren problemas de salud mental en mayor medida que los CGA, y es probable que el maltrato en la infancia contribuya a la aparición de problemas de salud mental entre les TGA”.
Una revisión de la investigación Child abuse victimization among transgender and gender nonconforming people: A systematic review llegó a las siguientes conclusiones: "A pesar de la variedad de métodos, estos estudios pintan un cuadro de abuso que está significativamente relacionado con la CGNC (no conformidad con el género en la infancia) y la condición transgénero. Los cuatro estudios que investigaron si la CGNC estaba o no asociada al maltrato infantil concluyeron que sí lo estaba. Dos estudios hallaron que cuanto mayor era la CGNC, más abusos sufría le niñe”.
Sabemos que las tasas de abuso sexual de personas trans y no binarias en la infancia son muy elevadas. La ONG estadounidense FORGE estima que entre 50% y 66% de las personas trans y no conformes con el género sufre abuso sexual al menos una vez en su vida. Pero, en el Estado español, nadie habla del tema, ni hay servicios o recursos específicos para personas trans y no binaries supervivientes, ni por parte de las asociaciones trans, ni por parte de las asociaciones que trabajan con supervivientes de violencia sexual que, en su gran mayoría, solo trabajan con mujeres cis.
Nos quedamos soles, sin apoyo. Nuestra situación es muy distinta a la de las supervivientes cis de abuso sexual. Como dice una guía para supervivientes trans* de abuso sexual de FORGE, “como superviviente transgénero o de género no conforme de un abuso sexual, puede que sientas que tu experiencia es demasiado compleja para que la gente —posiblemente incluso tú— la entienda. Las agresiones sexuales ya mezclan de forma inextricable cuestiones de sexo, género, imagen corporal, poder y autoimagen sin la complicación de las cuestiones de identidad de género; si añades esto, puede parecer que la gente no lo entiende. Y puede ser cierto que antes no haya encontrado gente capaz de entenderlo”.
Es cierto que hasta ahora me costaba entenderlo. ¿Cómo se mezclan mi identidad de género como persona no binaria con el abuso sexual que sufrí en mi infancia? Mirando las conclusiones de las investigaciones, aunque no puedo decir que mi no conformidad con mi género en la infancia haya causado directamente los abusos sexuales por parte de mi padre, estoy convencide de que los ha facilitado, sobre todo tomando en cuenta que tampoco tuve apoyo emocional por parte de mi madre —la rechazaba, deseaba su muerte—. ¿Hay una víctima más fácil que une niñe, ya traumatizade por el abandono emocional, une niñe sole, sin apoyo?
Mi estrategia de supervivencia fue disociarme, no sentirme, escapar a mi propio mundo. Y, quizás no sorprenda que tardara décadas en conectar con mi identidad de género, y estoy casi convencide de que necesitaba en primer lugar encontrarme a mi misme antes de poder enfrentarme a mi trauma. Desde entonces, enfrentarme a mi trauma también me ha conectado cada vez más con mi identidad de género desde mi infancia. Otra herida más.
Vuelvo a Caroline Picker, a la cita al inicio de este artículo. “La curación del abuso sexual infantil como individuos requiere una curación colectiva, requiere el fin del capitalismo, de la supremacía blanca, del heteropatriarcado, requiere movimientos radicales liderados por supervivientes.“ ¿Donde esta este movimiento del que habla Caroline? ¿Dónde está, especialmente, el movimiento radical liderado por supervivientes trans y no-binaries?
En vez de conclusiones
Judith Butler dice en su ensayo Violencia, duelo, política: "Cada uno de nosotros se constituye políticamente en virtud de la vulnerabilidad social de nuestros cuerpos —como lugar de deseo y de vulnerabilidad física, como lugar público de afirmación y de exposición—. La pérdida y la vulnerabilidad parecen ser la consecuencia de nuestros cuerpos socialmente constituidos”. “Ser conscientes de esta vulnerabilidad puede convertirse en la base de una solución política pacífica, así como negarla por medio de fantasías de dominación (fantasías institucionalizadas de dominación) puede fortalecer los argumentos a favor de la guerra. Sin embargo, no podemos dejar de lado esta vulnerabilidad. Debemos prestarle atención, incluso atenernos a ella, para empezar a pensar qué política podría seguirse manteniendo la idea de vulnerabilidad corporal, una situación en la que podemos ser derrotados o perder a otros”, dice la filósofa.
Soy muy consciente de mi propia vulnerabilidad y al mismo tiempo me siento fuerte. Ya no quiero ocultar mi vulnerabilidad, mis heridas. Al vivir mi vulnerabilidad abiertamente, otres ya no pueden utilizar mis heridas, mi propia vulnerabilidad para hacerme daño. Vivir mi vulnerabilidad me hace fuerte, hace que me sienta poderose, en control. Cómo dice Audre Lorde en La transformación del silencio en lenguaje y acción: “¿Cuáles son las palabras que aún no tienes? ¿Qué necesitas decir? ¿Cuáles son las tiranías que te tragas a diario y con las que intentas lidiar en silencio, hasta que te enfermen y te maten?”. ¡Basta de silencios! Esta es mi historia, esto es lo que necesito decir.
Publicado en: El Salto, https://www.elsaltodiario.com/opinion/supervivientes-trans-contemos-historia
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